Letra, música e intérprete: Carlos Arellano.
Disco: Canciones domésticas.
Disco: Canciones domésticas.
Nada que hacer si me grita mi mujer que ya está harta,
que está ronca, y ya no aguanta un día más.
Ay, yo le guiño un ojo,
y a contrapelo de su enojo le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
¿Qué puedo hacer, si me jura no volver, quemar las naves,
y remata con un “¡ya tú sabes que soy capaz!”?
Ay, yo le envío un beso,
y acostumbrado a los excesos, le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Sé que la situación no está para bromas,
pero en la confusión no hallo otra forma.
Sé que debemos discutir hasta dónde tú, hasta dónde yo,
y por qué yo digo sí, y por qué tú dices no.
Ay, pero este momento,
en serio lo único que encuentro es volverle a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Tú sabes bien que hay mañanas que también mi paz revienta.
que ni mi fiel osamenta me quiere aguantar.
Ay, yo le riño un rato,
y en medio de nuestros maltratos, le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Quiero creer que, a pesar de comprender que el amor se cansa,
es posible esta transa de la ingenuidad.
Ay, me lo tomo en serio,
y como quien se da un remedio, lo vuelvo a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Sé que la situación no está para bromas,
pero en la confusión no hallo otra forma.
Sé que debemos discutir hasta dónde tú, hasta dónde yo,
y por qué yo digo sí, y por qué tú dices no.
Ay, pero este momento,
en serio lo único que encuentro es volverle a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
que está ronca, y ya no aguanta un día más.
Ay, yo le guiño un ojo,
y a contrapelo de su enojo le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
¿Qué puedo hacer, si me jura no volver, quemar las naves,
y remata con un “¡ya tú sabes que soy capaz!”?
Ay, yo le envío un beso,
y acostumbrado a los excesos, le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Sé que la situación no está para bromas,
pero en la confusión no hallo otra forma.
Sé que debemos discutir hasta dónde tú, hasta dónde yo,
y por qué yo digo sí, y por qué tú dices no.
Ay, pero este momento,
en serio lo único que encuentro es volverle a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Tú sabes bien que hay mañanas que también mi paz revienta.
que ni mi fiel osamenta me quiere aguantar.
Ay, yo le riño un rato,
y en medio de nuestros maltratos, le suelo decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Quiero creer que, a pesar de comprender que el amor se cansa,
es posible esta transa de la ingenuidad.
Ay, me lo tomo en serio,
y como quien se da un remedio, lo vuelvo a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Sé que la situación no está para bromas,
pero en la confusión no hallo otra forma.
Sé que debemos discutir hasta dónde tú, hasta dónde yo,
y por qué yo digo sí, y por qué tú dices no.
Ay, pero este momento,
en serio lo único que encuentro es volverle a decir:
“nunca dejaré que te vayas,
nunca dejaré que te vayas”.
Como ya dijimos, Carlos Arellano es un experto en la balada-rock sencilla, honesta y emotiva. Como pocos compositores, nos entrega su intimidad, o al menos sus líneas nos parecen profundamente familiares, verosímiles. Uno no puede dudar que son reales, que reflejan conflictos auténticos, autobiográficos, pero que, por eso mismo, son fácilmente posibles en nosotros mismos. Nunca dejaré que te vayas le da la vuelta a los conflictos de pareja. Lo que en otro compositor sería doloroso, en Arellano suena a aire limpio, posibilidad permanente, salvación. Y no es que no sea capaz también de canciones amargas: ahí están Dos días, El enredo y la ya comentada Ella. Lo que ocurre es que Carlos Arellano posee una amplitud emocional diferente a la hora de componer canciones. La sensibilidad es su sello, pero justo por eso, su espectro abarca todas las emociones. En ese sentido, Arellano es quizá el rockero mexicano más romántico, siguiendo la definición que ya vimos al analizar Mírame desaparecer de Roberto Ponce.
En Nunca dejaré que te vayas, Carlos pondera el sentimiento sobre las dificultades de la vida cotidiana. No deja de existir una crítica muy velada a la mujer mexicana, pues la retrata como más tendiente a la exigencia y al desencanto, más proclive a desenamorarse si las condiciones prácticas, mundanas, no cumplen sus expectativas. En otras palabras, más calculadora, más fría, más dueña de sí. Más fuerte. Independientemente de que pueda compartirse o no esta visión, hay que reconocer que rompe con el lugar común de “lo femenino igual a sensible”. Incluso si esta crítica es inconsciente, no cualquiera la insinúa, por temor a ser tachado de machista o sexista. Pero de alguien tan sensible como Arellano, capaz de explorar el alma femenina con tanta delicadeza, como vimos al analizar Ella, no podemos sospechar algo semejante. Más bien la crítica a la mujer toca aspectos que lo políticamente correcto ya no permite, y que, sin embargo, sería necesario expresar, mostrar, en pro de un crecimiento de la mujer, pues es innegable que, de ser así, dichos aspectos también están determinados por una carga cultural, que seguramente se inserta en la mente femenina (y masculina) desde la infancia, y de la que es muy difícil zafarse. Es decir, hablaríamos de la mujer como víctima-victimario: víctima de lo que le exige y deforma la cultura, y victimaria con los que padecerán las consecuencias de esa deformación de género. Se comparta o no, repito, es importante que un autor ponga sobre la mesa de análisis y discusión una crítica diferente, atrevida, que se zafe del facilismo del elogio de balcón a la mujer, y busque el fortalecimiento de sus alcances a través de una posición más útil por ser crítica. Ojalá la mujer misma no rechace esta visión a priori por mero impulso o rabia, y se permita reflexionar qué tanto de verdad hay en esa visión, qué tan determinada por las exigencias del medio está su naturaleza y comportamiento, qué tanto ha cedido a ellas, y qué tan poco es lo realmente propio, en una revisión de sí misma, sin concesiones ni autocomplacencias.
Pero en fin, Nunca dejaré que te vayas no se centra realmente en esta crítica, que sospecho, además, inconsciente, no planeada. Pero justo porque posee más connotaciones de las que el autor mismo puede sospechar, es que al arte auténtico tiene tanto valor. En esta canción, el protagonista es el amante que no logra resignarse al desamor, por mal que anden las cosas, pues el sentimiento auténticamente romántico no se controla simplemente porque sea razonable dicho control. Cuando ya no hay argumentos de defensa, es el alma, el corazón el que habla, desde el mero impulso emocional, y dice: “nunca dejaré que te vayas”, pase lo que pase. Así, el choque entre razón y sentimiento es el espíritu de esta rola, y el eterno conflicto se resuelve en una apología de lo emocional. ¿Podría haber una postura más romántica que esta? Lo dudo.
La música de Nunca dejaré que te vayas es ingeniosa, diría que hasta astuta, porque su sello lo da la bajada del Sol Mayor al Sol 7, pasando por el semitono intermedio, un recurso muy sencillo, pero que, en una guitarra electroacústica arpegiada, con mucho efecto de reverb y quizá chorus, suena muy emotivo, cálido. La decisión de dejar el arreglo sólo con estos elementos, la hace más íntima, y a la vez más cercana (incluso más accesible para el guitarrista aficionado de fogata o patio escolar, aunque sin duda esto no fue pensado, ni determinó en nada las decisiones musicales). Así, el arreglo acústico resalta el carácter doméstico de la rola (y que define a todo el disco). La voz de Arellano es dulce, muy adecuada para la canción sentimental y profunda a la vez. No es de extrañar la popularidad de esta canción.
En Nunca dejaré que te vayas, Carlos pondera el sentimiento sobre las dificultades de la vida cotidiana. No deja de existir una crítica muy velada a la mujer mexicana, pues la retrata como más tendiente a la exigencia y al desencanto, más proclive a desenamorarse si las condiciones prácticas, mundanas, no cumplen sus expectativas. En otras palabras, más calculadora, más fría, más dueña de sí. Más fuerte. Independientemente de que pueda compartirse o no esta visión, hay que reconocer que rompe con el lugar común de “lo femenino igual a sensible”. Incluso si esta crítica es inconsciente, no cualquiera la insinúa, por temor a ser tachado de machista o sexista. Pero de alguien tan sensible como Arellano, capaz de explorar el alma femenina con tanta delicadeza, como vimos al analizar Ella, no podemos sospechar algo semejante. Más bien la crítica a la mujer toca aspectos que lo políticamente correcto ya no permite, y que, sin embargo, sería necesario expresar, mostrar, en pro de un crecimiento de la mujer, pues es innegable que, de ser así, dichos aspectos también están determinados por una carga cultural, que seguramente se inserta en la mente femenina (y masculina) desde la infancia, y de la que es muy difícil zafarse. Es decir, hablaríamos de la mujer como víctima-victimario: víctima de lo que le exige y deforma la cultura, y victimaria con los que padecerán las consecuencias de esa deformación de género. Se comparta o no, repito, es importante que un autor ponga sobre la mesa de análisis y discusión una crítica diferente, atrevida, que se zafe del facilismo del elogio de balcón a la mujer, y busque el fortalecimiento de sus alcances a través de una posición más útil por ser crítica. Ojalá la mujer misma no rechace esta visión a priori por mero impulso o rabia, y se permita reflexionar qué tanto de verdad hay en esa visión, qué tan determinada por las exigencias del medio está su naturaleza y comportamiento, qué tanto ha cedido a ellas, y qué tan poco es lo realmente propio, en una revisión de sí misma, sin concesiones ni autocomplacencias.
Pero en fin, Nunca dejaré que te vayas no se centra realmente en esta crítica, que sospecho, además, inconsciente, no planeada. Pero justo porque posee más connotaciones de las que el autor mismo puede sospechar, es que al arte auténtico tiene tanto valor. En esta canción, el protagonista es el amante que no logra resignarse al desamor, por mal que anden las cosas, pues el sentimiento auténticamente romántico no se controla simplemente porque sea razonable dicho control. Cuando ya no hay argumentos de defensa, es el alma, el corazón el que habla, desde el mero impulso emocional, y dice: “nunca dejaré que te vayas”, pase lo que pase. Así, el choque entre razón y sentimiento es el espíritu de esta rola, y el eterno conflicto se resuelve en una apología de lo emocional. ¿Podría haber una postura más romántica que esta? Lo dudo.
La música de Nunca dejaré que te vayas es ingeniosa, diría que hasta astuta, porque su sello lo da la bajada del Sol Mayor al Sol 7, pasando por el semitono intermedio, un recurso muy sencillo, pero que, en una guitarra electroacústica arpegiada, con mucho efecto de reverb y quizá chorus, suena muy emotivo, cálido. La decisión de dejar el arreglo sólo con estos elementos, la hace más íntima, y a la vez más cercana (incluso más accesible para el guitarrista aficionado de fogata o patio escolar, aunque sin duda esto no fue pensado, ni determinó en nada las decisiones musicales). Así, el arreglo acústico resalta el carácter doméstico de la rola (y que define a todo el disco). La voz de Arellano es dulce, muy adecuada para la canción sentimental y profunda a la vez. No es de extrañar la popularidad de esta canción.
Rolita sencilla y basica en mis años pubertos.
ResponderEliminar06:00 am en el baño, preparandome para ir al bachilleres, mañana fria y lluviosa, espacio 59. (suspiro..)
tambien a mi me trae grandes recuerdos esta rola del buen carlos arellano y como comento el amigo pollito, yo tambien la escuche en espacio 59 cuando iba al bachi 10, ahi con fernanda tapia conoci muchas rolas de rock mexicano que se volvieron fundamentales en mi vida. gracias mi buen pinguino por esta lista, que me tiene pegado a la computadora desde que encontre el blog.
ResponderEliminarUn placer, estimado lalorock, y muchas gracias por seguir aportando. Un abrazo.
ResponderEliminarY como no!!, en las presentaciones del buen Arellano, solamente toca la guitarra y nosotros la cantamos, es un verdadero deleite al igual que “amor veloz” una gran rola que no califico!!
ResponderEliminar"Amor veloz" estuvo muy cerca, estimado Margarito, pero como he dicho muchas veces, ante tal cantidad de material no se podía incluir todo, de manera natural algunas rolas iban quedando fuera desplazadas por otras. Pero en el otro blog seguirán apareciendo muchas cosas que no cupieron aquí...
ResponderEliminarSaludos.
Ha llevaba años buscándola nunca supe el nombre ni quien la cantaba solo la escuche una vez así que súper agradezco nos des tu opinión. Sobre ella
ResponderEliminarNada que agradecer, estimada babatis, y qué bueno poder ayudar a que alguien se reencuentre con una rola elusiva. Conozco la experiencia, y la satisfacción al encontrarla...
ResponderEliminarMuchos saludos.
Una canción muy romántica, en el sentido artístico de la palabra, comos señalas; que no cae en la cursilería. La crítica a cierto papel femenino (sea premeditada o no) es notable como en "La víbora", de Carmen Leñero. Estos temas son ahora muy vigentes y estoy de acuerdo que de la autocrítica y la reflexión viene la mejora, por eso trato de difundir e informarme apropiadamente, y esta clase de críticas no deben ser desechadas.
ResponderEliminarEn la pandemia encontré tu ranking y cada día me propuse leer una reseña para disfrutar las canciones; puedo decir que varias rolas y artistas que descubrí aquí, forman parte de mi repertorio, también las obras literarias que mencionas, por supuesto.
Recuerdo que en una reseña (retomando el tema de género) o espacio hablaste de la poca participación femenina en la composición de canciones, y si no mal recuerdo, mencionaste como ejemplo la canción de "El muchacho de los ojos tristes", acerca de como el autor intentó representar limitadamente un papel o voz femenina. Agradecería que me facilitaras el post.
De nuevo agradezco tu labor. Un saludo de un joven mexicano.