Intérprete: Armando Rosas y La Camerata Rupestre.
Disco: La evolución de las especies.
También existe otra versión de Armando ya solista, en el disco Habrá tiempo.
Con todo, no oigo consejos ni proverbios de viejo.
Me canta la madrugada un presagio de invierno,
y me despierto,
y me despierto muriendo,
y me desnuda
un sentimiento de acecho.
Se estrellan en los cristales pesadillas, desiertos.
Me asomo por la ventana: miles de autos rugiendo.
Con todo, me crié en tu suelo, bajo un cielo no viejo.
Con todo, lloro en tus puentes, tus banquetas y entierros.
Los relojes se paran, ya no marcan el tiempo
—me pregunto si intuyen el fatal movimiento—.
Hinchamiento de estrellas ya es deporte correcto,
y los autos aplauden el acontecimiento.
Con todo, vivo en tu lumbre, me derrito en tu infierno.
Con todo, no oigo consejos, ni proverbios de viejo.
Me canta la madrugada un presagio de invierno,
y me despierto,
y me despierto muriendo,
y me desnuda
un sentimiento de acecho.
Se estrellan en los cristales pesadillas, desiertos.
Me asomo por la ventana: miles de autos rugiendo.
Con todo, me crié en tu suelo, bajo un cielo no viejo.
Con todo, lloro en tus puentes, tus banquetas y entierros.
Los relojes se paran, ya no marcan el tiempo
—me pregunto si intuyen el fatal movimiento—.
Hinchamiento de estrellas ya es deporte correcto,
y los autos aplauden el acontecimiento.
Ya hablamos ampliamente del arte experimental al analizar Chilanga banda de Jaime López, y en un post anterior también mencionamos que Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre era la canción más experimental de Armando Rosas. Y lo es, por varios motivos. Primero, porque la letra lleva al máximo nivel el manejo de la elipsis. Sus líneas son oscuras; sus imágenes, osadas, complejas. En esta rola, cuesta trabajo identificar aún el más mínimo sentido. De hecho, si usamos una vez más el Método de análisis por lexías de Roland Barthes, un único lazo semántico común entre dos frases es el que da la pista clave: la palabra tragafuegos del título, y la línea “vivo en tu lumbre, me derrito en tu infierno”. De esta manera, Rosas oculta al máximo, limita los indicios de una manera sólo comparable con la ya analizada Sex Farderos de José Elorza. Sólo gracias a la única pista plena que nos da, la señalada antes, ese reducido campo semántico, podemos saber que la rola es un canto, una mínima y densa apología del personaje marginal capitalino y su mundo denso: el tragafuegos. En ese sentido, la rola recuerda la película Cayó de la gloria el diablo, de José El Perro Estrada. Pero lo que en la película es tragicomedia, en la rola adquiere un tono mucho más críptico. La letra empieza con una ingeniosa “justificación”, casi incomprensible, como si la precediera un texto que se perdió, lo que recuerda la técnica del monólogo interior de Joyce (en realidad, como se sabe, no la creó Joyce, pero sí la llevó al límite). Ese “con todo” del inicio de los primeros versos señala que, pese a la crudeza casi repulsiva de ese mundo sórdido, cochambroso y derrotado, el autor siente, comparte, vive ese mismo dolor; no directamente, pero sí desde la sensibilidad, la solidaridad y la compasión, con un espíritu semejante al de Outside the wall de Pink Floyd, justo porque, de una u otra manera, el ser sensible conoce un dolor igual de intenso, sólo que en sentido diferente, una conclusión también cercana a la de otra rola de Pink Floyd: Two suns in the sunset. De este modo, una marginalidad social y económica se asemeja perfectamente a la otra, más interna, del artista, y ese es justo el sentido de Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre. Los versos de la rola describen ese mundo oscuro, casi deforme, de “puentes, (…) banquetas y entierros”, que rodea al tragafuegos, y para lograr ese efecto cercano a la obra negra de Goya, el cine de David Lynch (en películas como Eraserhead, por ejemplo) o los esperpentos de Valle-Inclán, Armando Rosas se vale de figuras retóricas casi surrealistas, como “se estrellan en los cristales pesadillas, desiertos” y “los autos aplauden el acontecimiento”, en que se mezclan elementos cotidianos y exóticos, unidos por verbos de campos semánticos lejanos, o adjetivados o modificados por otros elementos fuertes y novedosos. De esta manera, el sentido se oscurece, al mismo tiempo que se enriquecen sus potencialidades significativas, interpretables, y sobre todo, poéticas. Tanto así, que caben otras interpretaciones, como la más psicodélica, que señala que el tragafuegos es en realidad el propio autor, y que el término es una manera simbólica para nombrar su condición de fumador de estupefacientes, y por tanto, las líneas se dirigen al proveedor, al narco menor, y que todo lo descrito en la rola es ese mundo creado por los efectos de la droga, por el viaje (esta no es la interpretación que yo escojo, pero reconozco que encaja bien en la letra —incluso le da más sentido a la frase “con todo, no oigo consejos ni proverbios de viejo”, así como a ciertas imágenes distorsionadas de las descripciones—, y que responde todos los cuestionamientos que se me ocurren). ¿Cuál es la interpretación correcta? Ninguna, como ya dijimos al analizar Sex Farderos de José Elorza, e incluso no sería raro que el autor juegue con las ambivalencias, al estilo de los Beatles en Dr. Robert, Sexy Sadie, Piggies y tantas otras, o Eagles en Hotel California. Pero cualquiera sea la interpretación, Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre muestra una amplitud estilística y formal, acorde con la polisemia de su fondo, sin duda trascendente.
Pero si la letra de Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre es un desafío interpretativo por su calidad experimental, la música también es la más ambiciosa de Armando Rosas, la más compleja y atrevida (después intentaría y lograría un nivel semejante en su rola No tengo nada). Su sostén es el arpegio de guitarra acústica, extraño, casi disonante, lejano de las melodías tradicionales, digeribles y repetitivas. Alguna vez un locutor (del que, por suerte, no recuerdo el nombre), señalaba, en su típico tono suficiente, pero sin pruebas, que “una canción de rock es válida sólo si se puede tocar completamente con una guitarra”. Bueno, por algo era locutor, y jamás músico, pues una estupidez semejante sólo cabe en alguien que no tiene idea de lo que realmente es la música, e Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre es una clara muestra del tamaño de su disparate. La base de guitarra arpegiada es muy rica justo por su complejidad, por lo extraño de su vaivén, y la incorporación del cello de Javier Platas, el violín de Javier Guillén El Paparrín y el clarinete de Mario Mota exaltan y potencian el arreglo, apuntalan la atinada voz de Armando Rosas con una figura breve y ácida, para luego crecer como en una espiral insólita, pero pulida, firme. Sólo en el inicio del estribillo, en el paso a la escala mayor más tradicional, la figura musical parece facilitarse, pero pronto concluye con una caída de nuevo sorprendente, ingeniosa, que lleva a la melodía a su cauce original, para terminar en un tono nuevo, casi explosivo, si no fuera por la delicadeza propia de los instrumentos de cámara. Una música novedosísima, arriesgada, de extraordinaria imaginación y originalidad, que mezcla como ninguna otra canción mexicana el rock y pinceladas de la música clásica vanguardista al estilo de El pájaro de fuego de Stravinski, todo Shostakóvich, Bartók, Prokófiev, y la música dodecafónica y aun más moderna, como sólo lograron hacerlo Emerson, Lake & Palmer con la Fanfare for the common man de Aaron Copland, por ejemplo. Pero en el caso de La Camerata Rupestre, el resultado es mucho más cercano a la esencia clásica, dada su instrumentación, y que la rola es propia, y no una versión de una pieza clásica.
Por todo lo señalado, la letra, la música y el arreglo de Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre marcan el nivel máximo de conocimientos de música y poesía alcanzados por un grupo de rock mexicano, pero también cómo una formación sólida permite crear canciones extraordinarias, complejas, inteligentes, originales, y de experimentación auténticamente libre. Una obra que vale aun más allá del rock, justo porque reafirma la existencia, ya sin lugar a dudas y pésele a quien le pese, del pleno rock-arte.
Pero si la letra de Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre es un desafío interpretativo por su calidad experimental, la música también es la más ambiciosa de Armando Rosas, la más compleja y atrevida (después intentaría y lograría un nivel semejante en su rola No tengo nada). Su sostén es el arpegio de guitarra acústica, extraño, casi disonante, lejano de las melodías tradicionales, digeribles y repetitivas. Alguna vez un locutor (del que, por suerte, no recuerdo el nombre), señalaba, en su típico tono suficiente, pero sin pruebas, que “una canción de rock es válida sólo si se puede tocar completamente con una guitarra”. Bueno, por algo era locutor, y jamás músico, pues una estupidez semejante sólo cabe en alguien que no tiene idea de lo que realmente es la música, e Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre es una clara muestra del tamaño de su disparate. La base de guitarra arpegiada es muy rica justo por su complejidad, por lo extraño de su vaivén, y la incorporación del cello de Javier Platas, el violín de Javier Guillén El Paparrín y el clarinete de Mario Mota exaltan y potencian el arreglo, apuntalan la atinada voz de Armando Rosas con una figura breve y ácida, para luego crecer como en una espiral insólita, pero pulida, firme. Sólo en el inicio del estribillo, en el paso a la escala mayor más tradicional, la figura musical parece facilitarse, pero pronto concluye con una caída de nuevo sorprendente, ingeniosa, que lleva a la melodía a su cauce original, para terminar en un tono nuevo, casi explosivo, si no fuera por la delicadeza propia de los instrumentos de cámara. Una música novedosísima, arriesgada, de extraordinaria imaginación y originalidad, que mezcla como ninguna otra canción mexicana el rock y pinceladas de la música clásica vanguardista al estilo de El pájaro de fuego de Stravinski, todo Shostakóvich, Bartók, Prokófiev, y la música dodecafónica y aun más moderna, como sólo lograron hacerlo Emerson, Lake & Palmer con la Fanfare for the common man de Aaron Copland, por ejemplo. Pero en el caso de La Camerata Rupestre, el resultado es mucho más cercano a la esencia clásica, dada su instrumentación, y que la rola es propia, y no una versión de una pieza clásica.
Por todo lo señalado, la letra, la música y el arreglo de Invención para tragafuegos y Cuarteto Rupestre marcan el nivel máximo de conocimientos de música y poesía alcanzados por un grupo de rock mexicano, pero también cómo una formación sólida permite crear canciones extraordinarias, complejas, inteligentes, originales, y de experimentación auténticamente libre. Una obra que vale aun más allá del rock, justo porque reafirma la existencia, ya sin lugar a dudas y pésele a quien le pese, del pleno rock-arte.
Sin duda una de las grandes rolas de la Camerata, ¡qué buena música! estructura perfecta, síntesis de géneros impecable y una letra de calidad.
ResponderEliminarbueno,por fin alguien le hace justicia a esta canción,siempre me ha parecido alucinante,inclusive me parce que el mismo rosas no ha valorado el tamañao de esta obra ya que raramente la ejecuta o será que se requiere de toda la camerata para hacerle justicia,de las dos interpretaciones de la letra que mencionas a mi siempre me ha parecido que es mas cercana a la primera hablando acerca del personaje del tragafuegos y la desoladora urbe a la hora picó que la gente sale del trabajo, sin que suene a guayabazo tambien me parece uno de tus comentarios mejor logrados. y por cierto estoy poniendo en practica el sistema de poner en mis audifonos la rola en cuestion(si es que la tengó)mientras léo el analisís para hacer mas rica la experiencia.lo recomiendo.
ResponderEliminarme falto preguntarte para ti cual de las dos es mejor versión la de la evolucíon de las especies o la de habra tiempo, una de las diferencias me parece que es que en la segunda versión no se escucha el clarinete que suena muy bien,pero por otro lado esta mucho mejor grabada y el arreglo tiene mas fuerza y complejidad
ResponderEliminarGracias por las palabras, estimado Simón. Creo que conforme avanzaba la lista (los análisis los hice de la 105 a la 1, tal como está el orden el el blog), el mayor nivel de las canciones fue propiciando un análisis más rico y una mayor ganancia en la aplicación de los métodos de análisis.
ResponderEliminarEn cuanto a tu pregunta, opino lo que tú, que está mejor grabado (y sobre todo mezclado) el disco Habrá timpo. Pero aún así prefiero la versión de La evolución de las especies, y justo por lo que disiento de lo que dices: me parece que su arreglo es más rico, justo porque al tener menos instrumentos se perciben mejor las figuras de los instrumentos, en una muestra más de que a veces el mejor arreglo es el más "desnudo", pese a que se suele creer lo contrario. Todo depende de la esencia de la melodía. Pero son opiniones, obviamente es discutible.
Estimado Pingüino, genial descripción de esta rolita, “invención para tragafuegos y cuarteto rupestre”, pienso que es la continuación de “tocata, fuga y apañon” con el estilo del buen Armando de chancearse un poco de música clásica y/o mas bien de fusionar lo “clásico” con lo “rupestre” ?
ResponderEliminarY ya casi acabándome tu blog, (el cual me lo he bebido “sorbo a sorbo, gota a gota” como dijera el Choluis) me pregunto que es para mi lo rupestre, hay el “manifiesto Rupestre” del Rockdrigo, el escrito del Fausto Arrellin sobre como se gesto este movimiento, todos tus comentarios al respecto de la materia, el que el Jaime Lopez diga una y otra vez que el no es Rupestre, jajaja.
A mi forma de ver las cosas son músicos trovadores muy honestos, creativos y bien rockeros, no aspiran a ser Rockstars y sudan cuando suben a un escenario y no saben hacer “Playback”, cuando llegan a hacer algún disco, pareciera que parieran un hijo, son cuates como uno, se bajan de tocar y puedes echarte una chela con ellos, muchos han crecido a la par con uno, hay algunos cuates nuevos, cantan de la vida, del dolor, del abandono, del amor, de la calle, algunas rolitas son sencillitas, otras son como las de este tu blog muy elaboradas, pero cada una de ellas trae algo intimo de ellos y que pareciera que lo que uno no puede hacer, ellos te lo haceN y haces tuyas sus canciones y esta rola pareciera que Armando se empapo de todo esto para hacer un homenaje a todos los rupestres incluyéndose el mismo y valla para todos ellos esta rolota a los que están en y no están en este tu blog.
Y como escribiera el gran Joaquín Sabina, para mi un gran rupestre en “tan joven y tan viejo”.
Así que, de momento,
nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros
de mi generación;
cada noche me invento,
todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo,
like a rolling stone.
SALUDOS ROCKEROS!!
Estupendo comentario, amigo Margarito. Coincido en todo lo que dices de los rupestres. Quizá lo único que no hay que confundir es que, si bien es cierto que nunca quisieron ser rockstars, que es un asunto de ego, sí desearon siempre (y me consta) acceder a una mejor producción y herramientas para la ejecución y grabación de su material, porque eso sí que no es asunto de ego, sino de elevar la calidad de la obra, una preocupación por la música misma. Como no podían por falta de recursos, terminaron por hacer una especie de burla de sí mismos con eso de lo rupestre, pero sin duda siempre desearon lógicamente que las cosas fueran distintas, porque tampoco se trata de amar la precariedad, lo que al final sólo sería una pose más, aunque de signo contrario, ¿no crees?
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusto bastante el comentario de Margarito, en la gran descripscion que hace de los rupestres.
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