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martes, 18 de mayo de 2010

8. ROCK EN VIVO

Letra, música e intérprete: Rodrigo González, Rockdrigo.
Disco: Hurbanistorias.
También existe una versión de
Santa Sabina y El haragán, en el disco homenaje Ofrenda a Rockdrigo.


No falta nada
en la estructura de smog,
los zapatos viejos
y las caras oxidadas.
Las máquinas rugen feroces
sobre Antonio Caso.
Sombras que entran y salen,
oliendo a cerveza.

Clavado en una idea,
volteo a ver si aterrizas.
Me asomo al reloj,
y es más que un calendario.
Sospecho que allá afuera
sólo hay desconocidos,
figuras de cera que pasan,
sin decir tu nombre.

No, no hay manera
de regresar la cinta.
Tu amor fue un rock en vivo;
dos, tres manchas de tinta;
un requinto de jazz,
fugaz e improvisado;
una imagen en el aire,
de un pintor apresurado.

Ya todo es esquema,
desde que partió tu barco;
máquinas, sistemas,
estructuras. Sin embargo,
un acorde vuela,
me platica de una isla,
y un navegante herido
parar tras tus ojos.

Traigo en mi entraña
un pedazo de aerolito;
me doy algo de maña,
pero no me comunico.
Un extraño me ha dicho
que navegas lejos,
en busca de tierras lejanas,
calor y azulejos.

No, no hay manera
de regresar la cinta.
Tu amor fue un rock en vivo;
dos, tres manchas de tinta;
un requinto de jazz,
fugaz e improvisado;
una imagen en el aire,
de un pintor apresurado.


Como ya vimos, el llamado rock rupestre siempre se movió entre el humor ingenioso y la canción poética profunda. Y Rodrigo González, Rockdrigo, el mayor representante del movimiento, quizá es quien más demostraba esa dualidad. De una u otra manera, lo humorístico suele opacar un poco en la memoria del público la gran propuesta formal de sus canciones más serias, algunas de las cuales se encuentran entre las mejores del movimiento rupestre y del rock nacional en general. El mayor ejemplo de ello es Rock en vivo, canción muy poco valorada, pese a ser la más ambiciosa desde el punto de vista literario. En ella, Rockdrigo reflexiona sobre la fugacidad del amor, en medio de un paisaje urbano un tanto surrealista, o mejor dicho, expresionista, que algo recuerda la estética oscura y deforme de El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene. Las imágenes de Rock en vivo no son tan duras, pero la sensación opresiva que rodea al amante abandonado (quizá filtrada por su propia pesadumbre), sutil pero penetrante, la crea Rockdrigo con una combinación de elementos muy cuidada, moderna, incorporando, como en ninguna otra rola, léxicos distantes, que adquieren significados sorprendentes y de belleza triste. La rola toda tiene un espíritu elegíaco, de abatimiento profundo, pues, a diferencia de su pariente estilística más cercana, la ya analizada No tengo tiempo (de cambiar mi vida), aquí no hay ese dejo de esperanza, esa pequeñísima tabla de salvación. No obstante, no se trata de una canción trágica al estilo de la ya analizada Mírame desaparecer de Roberto Ponce o Caminó de Roberto González. Más bien se acerca al tono nostálgico, pero un tanto resignado a la pérdida, de 15 m. 3’’ 8/8 16 de León Chávez Teixeiro, justo porque, como bien dice, “no hay manera de regresar la cinta” (el mismo espíritu de la frase “tiene el amor vencimiento, y no se debe aplazar” de la revisada El pendiente de Jaime Moreno Villarreal, en una muestra más de las coincidencias temáticas y temperamentales de los rockeros mexicanos). Así, en Rock en vivo ese mundo perdió toda luz, toda trascendencia, pero “un acorde vuela”, es decir, ese dolor, esa sensibilidad lacerada, permite la creación, la existencia del arte (en una coincidencia más, lo mismo concluye Lucerna Diogenis en Nube). Quizá la única fuente, que explica esa resignación. De este modo, la función catártica de Rock en vivo se cumple: como si siguiera a Schopenhauer, Rockdrigo acepta la amargura existencial, y a través de esa “resignación creativa”, la trasciende. Por eso, para hacernos familiar ese proceso y permitirnos compartir ese desahogo, acude a la referencia directa, al ubicar un pasaje de la canción en la calle Antonio Caso, recurso que, como ya vimos con Viaducto Piedad de José Elorza, Calzada de Tlalpan de Roberto Ponce y Suburbia Madre de Guillermo Briseño, saben explotar los rockeros frecuentemente, sobre todo los rupestres. Pero más allá del fondo casi filosófico de la canción, Rockdrigo maneja el lenguaje, crea imágenes de belleza poética sobria, pero intensa. La adjetivación cuidadosa, los tropos y prosopopeyas, la ya mencionada combinación de campos semánticos distantes en las gradaciones (como “tierras lejanas, calor y azulejos”), develan un trabajo formal muy prolijo, inteligentemente selectivo, inspirado. De este modo, Rock en vivo marca el nivel más alto que Rockdrigo logró alcanzar antes que lo sorprendiera la muerte en el terrible terremoto del 85. Cúspide de su poesía y sus alcances imaginativos.
La música de Rock en vivo es profundamente atmosférica, pese a que su arreglo no se fundamenta en sintetizadores ni recursos tecnológicos de estudio. Eso mismo ya es un auténtico logro. El ambiente melancólico lo crea la melodía, la combinación de acordes (sobre todo el paso de Sol Mayor a Fa sostenido menor inmediatamente después de la tónica Re Mayor, muy propio de las baladas románticas) e incluso la voz, más etérea, leve, y sobre todo menos nasal, salvo en el estribillo, donde adquiere más énfasis. El arpegio de la guitarra acústica rítmica, y el marcado efecto de reverb que usa, le dan profundidad a la estructura melódica, y los discretos adornos de la segunda guitarra en los puentes sin letra dulcifican aún más la canción. La suma de todo esto le da a Rock en vivo ese aire afligido, que se ajusta perfectamente a la letra, de modo que a nivel musical e interpretativo también es el punto máximo de Rockdrigo. Realmente una lección de cómo explotar al máximo los limitados recursos de la infraestructura rupestre, y cómo son el talento, la imaginación y la profundidad los que logran canciones extraordinarias, y no las grandes producciones (que si llegan a acompañar al verdadero artista, sí magnifican los resultados, pero en manos de un farsante, sólo resaltan lo insustancial de su propuesta).
Por todo lo anterior, Rock en vivo resume el gran aporte del movimiento rupestre, y corona maravillosamente el gran legado que Rockdrigo dejó al rock y a la música en general de México.