Letra, música e intérprete: Jaime López.
Disco: Odio fonky.
Es de sobra conocida la versión de Café Tacuba en su disco Avalancha de éxitos, mucho más comercial. También existe una curiosa versión de la cantante de jazz, trova y bolero Margie Bermejo en su disco Mamacita del Mayab.
Disco: Odio fonky.
Es de sobra conocida la versión de Café Tacuba en su disco Avalancha de éxitos, mucho más comercial. También existe una curiosa versión de la cantante de jazz, trova y bolero Margie Bermejo en su disco Mamacita del Mayab.
¡Ya chole, chango chilango,
qué chafa chamba te chutas!;
no checa andar de tacuche,
¡y chale con la charola!
Tan choncho como una chinche,
más chueco que la fayuca,
con fusca y con cachiporra
te pasa andar de guarura.
Mejor yo me echo una chela
y chance enchufo una chava.
Chambeando de chafirete
me sobra chupe y pachanga.
Si choco, saco chipote;
la chota no es muy molacha,
chiveando a los que machucan,
se va en morder, su talacha.
De noche caigo al congal.
“¡No manches!”, dice la changa.
Al choro del teporocho,
en chifla pasa la pacha.
Pachucos, cholos y chundos,
chichifos y malafachas,
acá los chómpiras rifan
y bailan Tíbiri tábara,
y bailan Tíbiri tábara,
y bailan Tíbiri tábara.
Mi ñero mata la bacha
y canta “La cucaracha”;
su choya vive de chochos,
de chemo chulo y garnacha.
Transando de arriba a abajo,
a’i va la chilanga banda.
¡Chin chin si me la recuerdan!
¡Carcacha y se les retacha!
qué chafa chamba te chutas!;
no checa andar de tacuche,
¡y chale con la charola!
Tan choncho como una chinche,
más chueco que la fayuca,
con fusca y con cachiporra
te pasa andar de guarura.
Mejor yo me echo una chela
y chance enchufo una chava.
Chambeando de chafirete
me sobra chupe y pachanga.
Si choco, saco chipote;
la chota no es muy molacha,
chiveando a los que machucan,
se va en morder, su talacha.
De noche caigo al congal.
“¡No manches!”, dice la changa.
Al choro del teporocho,
en chifla pasa la pacha.
Pachucos, cholos y chundos,
chichifos y malafachas,
acá los chómpiras rifan
y bailan Tíbiri tábara,
y bailan Tíbiri tábara,
y bailan Tíbiri tábara.
Mi ñero mata la bacha
y canta “La cucaracha”;
su choya vive de chochos,
de chemo chulo y garnacha.
Transando de arriba a abajo,
a’i va la chilanga banda.
¡Chin chin si me la recuerdan!
¡Carcacha y se les retacha!

Otro de los rasgos más distintivos del rock mexicano, sobre todo el llamado rupestre —otra vez— es el uso libre del lenguaje, experimentar con él, estirar sus límites. Si en la literatura se han dado numerosos ejemplos de obras experimentales, como el cuento En defensa de la Trigolibia de Carlos Fuentes, o todos los del libro Las vocales malditas de Óscar de la Borbolla, las novelas Morirás lejos de José Emilio Pacheco, Farabeuf de Salvador Elizondo y Pasto verde de Parménides García Saldaña, o los famosos calambures del Nocturno en que nada se oye de Xavier Villaurrutia en poesía, si hablamos de música es en el rock donde se manifiesta más naturalmente. Y Jaime López ha sido uno de los que más lo han intentado, ya sea en algunas frases como en Vagón de vagabundos, Amar a Marta era mi tarea, Adiós a los dioses o Lacayo de la calle, o en canciones enteras, como Caite cadáver. Esta última es el antecedente más cercano de Chilanga banda.
Originalmente Chilanga banda era un texto sin música, igual que El malafacha o Nuestro amor es ese gato negro muerto en el baldío. En el disco Odio fonky presentó las tres, unas medio entonadas y otras sólo recitadas sobre un fondo musical hecho por José Manuel Aguilera, guitarrista de La barranca, Jaguares, etc. El pie forzado de Chilanga banda es unir en una canción que sí narre una historia (y no sea sólo una acumulación sin sentido), varios de los vocablos del léxico barriero lumpen, que contengan la letra ch. El resultado es esta especie de himno a la banda, a la tribu urbana ñera, de barrio defeño, y sus costumbres de sobrevivencia picaresca, etílica, auténtica, en oposición al tira, al policía corrupto e intransigente que, salido del mismo barrio y condición, ahora pertenece al bando contrario, se ha vuelto el enemigo, una mona vestida de seda azul, credencial y macana. Ante la alta exigencia de tan difícil pie forzado, Jaime López sale más que airoso: produce una obra maestra de ingenio y originalidad, un juego límite con el lenguaje, intraducible a otras lenguas e indescifrable en otras partes de Hispanoamérica (incluso muchas transcripciones en páginas web mexicanas son fallidas, dada su complejidad), porque pertenece y define al grupo social cerrado que retrata; cerrado para no contaminarse de inautenticidad trepadora, como el policía enemigo.
La entonación de Chilanga banda tenía que ser también barriera, pura de callejón, tal como ocurre en Odio fonky. Sin más distracciones que unas percusiones tropicales, unos discretísimos teclados y guitarra rítmica en la última parte, el final es un remate de metales clásico del mambo, que reafirma su condición absolutamente popular. Un acierto imaginativo, y correcto en su mesura.
Así, en Chilanga banda Jaime López consigue que su jugueteo léxico llegue más allá, con un fondo más profundo del que la sorpresa deja ver a primera impresión.
Originalmente Chilanga banda era un texto sin música, igual que El malafacha o Nuestro amor es ese gato negro muerto en el baldío. En el disco Odio fonky presentó las tres, unas medio entonadas y otras sólo recitadas sobre un fondo musical hecho por José Manuel Aguilera, guitarrista de La barranca, Jaguares, etc. El pie forzado de Chilanga banda es unir en una canción que sí narre una historia (y no sea sólo una acumulación sin sentido), varios de los vocablos del léxico barriero lumpen, que contengan la letra ch. El resultado es esta especie de himno a la banda, a la tribu urbana ñera, de barrio defeño, y sus costumbres de sobrevivencia picaresca, etílica, auténtica, en oposición al tira, al policía corrupto e intransigente que, salido del mismo barrio y condición, ahora pertenece al bando contrario, se ha vuelto el enemigo, una mona vestida de seda azul, credencial y macana. Ante la alta exigencia de tan difícil pie forzado, Jaime López sale más que airoso: produce una obra maestra de ingenio y originalidad, un juego límite con el lenguaje, intraducible a otras lenguas e indescifrable en otras partes de Hispanoamérica (incluso muchas transcripciones en páginas web mexicanas son fallidas, dada su complejidad), porque pertenece y define al grupo social cerrado que retrata; cerrado para no contaminarse de inautenticidad trepadora, como el policía enemigo.
La entonación de Chilanga banda tenía que ser también barriera, pura de callejón, tal como ocurre en Odio fonky. Sin más distracciones que unas percusiones tropicales, unos discretísimos teclados y guitarra rítmica en la última parte, el final es un remate de metales clásico del mambo, que reafirma su condición absolutamente popular. Un acierto imaginativo, y correcto en su mesura.
Así, en Chilanga banda Jaime López consigue que su jugueteo léxico llegue más allá, con un fondo más profundo del que la sorpresa deja ver a primera impresión.