viernes, 4 de junio de 2010

PRESENTACIÓN


1. INTRODUCCIÓN


Todo ranking, por su propia naturaleza, es odioso, incluso desde el antipático anglicismo que lo designa. En general, se vuelve una disputa absurda, limitante, entre puntos tan cercanos y tan subjetivos, que perfectamente podrían alterarse sin mayor impacto. Y las discrepancias que provoca son tan obvias en su validez, que caer en su discusión es realmente perder el tiempo. Sé todo esto, y sin embargo, pongo aquí una lista que pretende colocar en orden de calidad las 100 mejores canciones del rock mexicano. ¿Por qué? Bueno, aquí trataré de explicarlo.
Estudié música algunos años. En aquel tiempo, no había escuelas de rock, así que sólo podía estudiarse música clásica, y eso hice, pero siempre mi esencia fue, es y será rockera. No terminé la carrera, por diversos motivos, pero la formación que obtuve me dejó huellas y conocimientos muy valiosos, que han repercutido en todos los ámbitos de mi vida. Toqué en bandas de rock por varios años, pero al final mi vida se fue por otras vías. Después estudié literatura, lingüística y arte, y eso sí pude terminarlo. Me especialicé en los distintos métodos de análisis de la obra de arte. Pero hay algo que soy plenamente: un apasionado, y creo que bien logrado, coleccionista de rock, con especial énfasis en el rock de mi país, México. Y de todos los tiempos. Por otra parte, siempre sentí que la crítica de rock en México es pobre, salvo las honrosas y conocidas excepciones: David Cortés, Víctor Roura, José Agustín, Roberto Ponce y las pocas cosas que han escrito al respecto Alain Derbez (más jazzero) y Juan Villoro. Pero aun esta escasa buena crítica está limitadísima por la falta de espacios. Las escasas líneas que logran colar por ahí no permiten más que una labor de reseña de discos, y algún reportaje más o menos breve. Pero un análisis profundo, detallado de las canciones, nunca lo encontré. Siempre resentí esa carencia. Hasta que hace algunos meses pensé, ¿cómo puedo unir mi formación profesional y práctica literaria y musical, y a la vez aportar algo que atenúe esa carencia critica? Y obviamente la respuesta propició este blog, un medio nuevo, que sí permite esa libertad y extensión.

2. OBJETIVOS

Además de lo anterior, me pareció muy importante crear un catálogo de las obras más valiosas que ha creado el rock mexicano, ahora que el ciberespacio permite el acceso a personas de todos los países. Lo que nos llega de la música extranjera suele ser lo más digerible, lo que deja ganancias para managers, promotores, disqueras, medios de comunicación, etc. Supongo que eso mismo pasa con el rock mexicano en el extranjero, así que creo que este es un buen medio para mostrarle al mundo el verdadero talento nacional, no sólo poco difundido, sino, en muchos casos, desconocido, hasta para los mismos mexicanos. Si ese solo objetivo se cumple, me doy por satisfecho.
En todo caso, más que poner a competir canciones y músicos, esta lista pretende conseguir ese análisis más amplio, pretendiendo que tenga mayor soporte teórico y analítico, que permita a quien se acerca a las canciones una mayor información, que amplíe su valoración y disfrute.
Por otro lado, quise contextualizar el rock mexicano en su riqueza propia, pero también en su contexto cultural, porque estoy absolutamente convencido de que los grandes autores de canciones son herederos y continuadores de su herencia musical, al igual que de todas las ramas de la cultura y el arte. Por ello, quise mostrar las relaciones de las rolas con referencias del cine, el rock internacional, otros ritmos, la literatura y la historia del arte en general, además de sus contextos políticos, sociales, históricos, etc., para demostrar cómo el rock es una música mucho más significativa de lo que la academia le ha reconocido.

3. METODOLOGÍA

a) Base teórica

Para la selección y el análisis de las canciones utilicé varios métodos, entre ellos el que propone Jenaro Talens en Elementos para una semiótica del texto artístico, el Análisis e interpretación del poema lírico, más estructuralista, de la maestra Helena Beristáin y sobre todo el Método de análisis por lexías que explica Roland Barthes en S/Z y otras obras, pero también mucho material teórico de Tzvetan Todorov, Claude Bremond, Guillermo Samperio, etc. Pero quise que este blog no fuera demasiado académico: Jaime López bromea con que el rock “nunca se ha llevado con el pizarrón”, pero aunque esto no es tan cierto, sí quise basarme en esos análisis profesionales, profundos y técnicamente complejos para realizar mi análisis, pero decidí presentarlos aquí de manera mucho más accesible para los lectores comunes.

b) criterio de calificación

Tomé en cuenta para esta lista un único criterio: la calidad. De esta manera, las canciones no aparecen ni por su importancia histórica (innegable en muchos casos, pero sin relación real con la calidad), ni por el éxito que tuvieron (que generalmente se debe a estrategias mercadotécnicas, no a su verdadero nivel artístico), ni porque son las que más me gustan. Para conseguir esto, armé una lista con cerca de 250 canciones de todos los géneros y épocas del rock, que elegí por considerarlas las mejores, pero sin analizarlas individualmente aún. Y armada esta lista, sólo entonces realicé un análisis y una calificación de cada canción en una hoja de cálculo, para sacar un promedio, de acuerdo a los aspectos que me parecen los más importantes de una canción:

I. Letra: que a su vez subdividí en sus tres aspectos fundamentales: a) forma, b) fondo, y c) emoción.
II. Música: que también subdividí en esos tres aspectos.
III. Arreglo: que implica armonías, selección y ejecución de los instrumentos, voz, recursos de estudio, etc.
IV. Ensamble de letra y música: es decir, la concordancia entre ambos aspectos, tanto para resaltarla como para hacerla distante, siempre y cuando haya una motivación para esa decisión.
V. Interpretación: que es el nivel que alcanza la suma de los puntos III y IV.

El promedio de estos 9 puntos (es decir, incluyendo las subdivisiones) dio la calificación de cada canción, y por lo tanto, su orden en la lista. Esto provocó no sólo que quedaran fuera todas las que se ubicaron debajo del número 100, sino que entre ellas estuvieran muchas de las que más me gustan o considero importantes, porque el gusto personal nunca será un buen criterio para la crítica. Hay canciones malas o comerciales que me gustan, por motivos emocionales, por recuerdos personales, etc., así como música buena que, sin embargo, no va con mi naturaleza, y por lo tanto realmente no puedo decir que me gusta. Y por otro lado, la famosa frase de “en gustos se rompen géneros” me parece no sólo estúpida, sino dañina, el non plus ultra de la postura acrítica, porque pretende equiparar el valor de las opiniones de los expertos, formados profesionalmente, con las de los que carecen de los conocimientos teóricos sobre los temas, algo que ha pretendido validar el periodismo de farándula, con evidentes y lamentables resultados. Por ello, el gusto propio lo dejé sólo como criterio de desempate, para distribuir el orden de canciones con la misma calificación final.
Por su parte, este criterio de calificación propició que canciones con menos méritos en la letra que otras, pudieran calificar más alto si, por ejemplo, su arreglo es más trascendente, y lo mismo con todos los otros aspectos. No obstante, basta revisar los primeros lugares para concluir que sin duda es en el equilibrio entre las partes donde radica la calidad artística de una canción.

c) omisiones

Como dije, es sólo la calidad lo que consideré para esta lista. Tomé en cuenta absolutamente todos los tipos de rock que existen. Géneros como el heavy metal, el punk, el reggae puro, etc., fueron quedando fuera de la lista de manera absolutamente natural, debido a la debilidad e ingenuidad de su propuesta ante canciones más logradas. El llamado rock urbano puro logró muy pocos lugares, por el mismo motivo y por sus reiteraciones y facilismos. Y el pop otro tanto, porque las concesiones obligadas por el interés comercial propio de este subgénero merma indudablemente su calidad.
Pero por otro lado, sí hay omisiones absolutamente decididas, pero tienen explicación:

I. Rock instrumental:
Tanto el etnorrock como una buena parte del rock progresivo lamentablemente quedaron fuera de esta lista, pese a ser música de extraordinaria calidad, porque tomé en cuenta sólo canciones (en oposición a piezas), es decir, composiciones con letra y música, y consideré inequitativa la comparación con obras sólo instrumentales. Pero vaya un inmenso reconocimiento a la enorme lista de músicos y grupos mexicanos de estos géneros.

II. Época del Festival de Avándaro:
No tomé en cuenta esta época, debido a que la mayoría del material, aun el original, es en inglés, y el escaso en español, pese a su valor histórico, posee la ingenuidad propia y lógica de un rock incipiente, en formación.

III. Poemas musicalizados:
No los tomé en cuenta, porque consideré injusto poner a competir poemas de profesionales de la literatura con letras de rock, no porque sean inferiores (a veces sí, y es lógico), sino porque poseen características diferentes. De esta manera, maravillas como el poema prehispánico Misión del poeta, así como Adam Cast Forth y Everness de Jorge Luis Borges musicalizados por Arturo Meza, Cenzontle de Pablo Ulrich musicalizado por Jaime López, Nuestra historia de Constantino Cavafis musicalizado por MCC, Canto a tus vísceras (el nombre original es Soneto de tus vísceras) de Baldomero Fernández Moreno musicalizado por José de Molina, o los poemas de Carlos Pellicer musicalizados por Roberto Ponce, entre muchos otros ejemplos, no fueron tomados en cuenta.

IV. Otras omisiones:
Por último, algunas piezas conceptuales, como la incomparable suite Viaje al espacio visceral de Guillermo Briseño, formada por canciones separadas, pero que poseen sentido pleno como unidad, tampoco las tomé en cuenta, por considerar que corren con ventaja, por extensión y concepto, ante las canciones tradicionales. Y tampoco incluí la estupenda obra de Federico Arana en los grupos Naftalina y Los Sonámbulos, ni ningún otro cover de la época del rock’n’roll, porque ahí es en la música donde la base de una obra consagrada corre con ventaja ante el material puramente original.
Por otra parte, lamento mucho que ninguna compositora haya logrado aparecer entre esta lista, y que el papel de la mujer en el rock nacional se limite tanto a la sola interpretación de canciones de otros (que también vale, por cierto, pero no debería impedir lo otro). Espero que la igualdad entre los géneros acabe pronto con las limitaciones que provocan esto. No obstante, mi profundo reconocimiento para las que lo han logrado en esta época adversa, como Emilia Almazán, Hebe Rosell (que es argentina, y por cierto, hermana de Andrés Calamaro, pero que ha desarrollado su paso del folclor al rock totalmente en México), Carmen Leñero y el grupo Flor de Metal, y también para las que dignifican la dura labor de intérprete, como Nina Galindo, Cecilia Toussaint y Betsy Pecanins.

d) inclusiones especiales

En el lado opuesto, quise incluir 5 bonus tracks, es decir, canciones que, no formando parte auténticamente del rock, sí poseen elementos de su espíritu y esencia, por ubicarse en la borrosa frontera entre el rock y la trova o el llamado Canto nuevo (como bien explica Federico Arana en su libro Roqueros y folcloroides). Frontera que, afortunadamente, cada vez importa menos, pese a tanto nefasto separatista intelectual. En oposición a ellos, incluyo estas 5 canciones extras para abrir la lista de este blog.

4. PALABRAS FINALES

Obviamente, esta lista responde a un momento específico de la historia del rock mexicano: el año 2010. Quiero creer que en este mismo minuto alguien debe estar componiendo o grabando una canción que desplace a otra de esta lista. Ojalá así sea, y que esa dinámica nunca se detenga. También deseo que cualquier discrepancia con esta lista se resuelva de una manera más útil que el mero pataleo, y de esta manera aparezcan otras listas, ojalá fundamentadas en el conocimiento, el análisis y la crítica profunda. Es lo que yo intenté. Realmente deseo que otros lo hagan mucho mejor. Para los demás, que disfruten este blog tanto como yo disfruté realizarlo. Pero sobre todo, que disfruten, valoren y difundan el auténtico rock mexicano de calidad.

105. EL ABORDAJE (bonus track)

Letra, música e intérprete: Fernando Delgadillo.
Disco: Con cierto aire a ti.



Disculpe usted, siéntese aquí en este lugar.
¿Sabe?, me he estado preguntando cómo se podría llamar,
hasta la edad que tiene y uno que otro dato más.
Seguro, es a usted a la que le hablo. Verá:

es un momento que he esperado largo tiempo atrás;
siempre me estuve repitiendo: “espera, chico, ya vendrá”.
Más de una vez negué mi asiento para los demás,
niños, ancianos o señoras, esperándola encontrar.
Y hoy por fin es el gran día
—algo me dice que usted no viaja en tranvía—.
Usted me encuentra o yo la encuentro,
y tras interesarse un poco, me concedería un momento.
Yo me sentaría a su lado, por ejemplo,
porque es más cómodo viajar los dos sentados,
además de la ventaja de ir más juntos, ¿sabe, no?
¡Disculpe, todavía no acabo, no se pare!

Sepa que la imaginé
tan linda y delicada como usted,
viernes propicio, coincidencia, y sí,
es justo el tipo de chiquita que esperaba para mí.

¿Lo ha visto?, estoy de suerte, me ha pasado otra vez,
ya se ha desocupado un sitio, y justo junto a usted.
¿No se lo he dicho hace un momento?, estoy feliz de ver
que todo viene y va pasando como debe ser.
Diga algo, por favor.
Déjeme oír su voz, ¡vamos!
Tal vez será que la emoción le ha impedido decir…
¡Era una broma, no se enoje, no me mire así!
Hablando en serio, ¡encantado de conocerla!,
¡cómo me gusta usted!
Mire, de veras me interesa, ¡caramba!,
no es sólo el modo de dolerme en la cabeza.
Pero, falta esté de acuerdo, la invito a almorzar,
una comida, una merienda, un café nada más,
lo que prefiera, o casi todo, menos escapar,
hoy que por fin me la he encontrado y he empezado a hablar.
¿De qué se ríe?, ¿que dije “hablar”?
Bueno, suponga que hablo un poco más que los demás.
¡No siga riendo!, es un problema serio, y soledad.
¿Qué dice de la historia?, le falta el final.
Venga conmigo, la ayudo a parar,
deme, es pesado, yo lo llevo, vamos por acá,
tome mi mano y no se olvide de tomar con la otra el barandal.

Seguro me la imaginé
tan linda y delicada como usted,
o mejor dicho, es sólo un modo de llamar por acá,
a la sonrisa que en su risa me acabé de hallar.


Este primer bonus track es una pieza agilísima del trovador Fernando Delgadillo. Trovador de cepa más actual, seguro es justo eso lo que le permite acercarse al rock con menos problemas que trovadores más antiguos. El tema de El abordaje es también mucho más cercano a las preocupaciones urbanas y amorosas rocanroleras: aquí no hay un pronunciamiento político, ni un canto libertario o rebelde. Se trata de un retrato intimista del conflicto aparentemente mucho más mundano: la primera vez que se le habla a la chica a quien se ha admirado silenciosamente por mucho tiempo. La verborrea que el personaje desata marca su nerviosismo, en el que se pasa de la emotividad al humor involuntario y la inevitable metida de pata, todo enmarcado en un viaje cotidiano en el transporte urbano. No podía haber escena más común, y por lo tanto, más cercana. Por ello, Delgadillo escoge un lenguaje absolutamente coloquial, muy atinado, pues se trata de un monólogo en los hechos, pese a que busca ser un diálogo.
La música de El abordaje es un híbrido entre fox trot, dixieland, charleston e incluso campirana tradicional, con un arreglo que incluye banjo y violín, lo que resalta su espíritu humorístico ligero, y que recuerda experimentos similares, como When I’m sixty-four y Honey pie de los Beatles, El pastel de Nota roja, A mi mujer de Lucerna Diogenis, Canción del maleante de La Nopalera (aunque compuesta por Chico Buarque) o No te hagas de El Personal. Esta sola coincidencia ya refleja cómo con esta canción Fernando Delgadillo se acerca derechamente al rock, con un arreglo de instrumentos eléctricos y una búsqueda temática mucho más citadina.

104. CANCIÓN DE LA MUERTE ENAMORADA (bonus track)

Letra, música e intérprete: José Antonio Nachón.
Disco: Canciones.



Alguien llamó a mi puerta de madrugada.
Era la vida vacía, el vivir por nada.
“Sigue de largo” —le dije—, “aquí no entras,
que aquí sólo entra la muerte enamorada,

que aquí sólo entran las penas,
que aquí sólo entran las ansias,
que aquí sólo entra la rabia,
y a veces, muy raras veces,
la dicha entra”.

Alguien llamó a mi puerta al caer el alba.
Era la muerte vacía, el morir por nada.
“Sigue de largo” —le dije—, “aquí no entras,
que aquí sólo entra la vida enamorada,
enamorada”.


Este segundo bonus track es un buen ejemplo de la frágil frontera entre la trova y el rock, algo así como la variante mexicana del folk, ya que la música folclórica mexicana propiamente dicha se enmarca más por el lado de la canción ranchera, los corridos y los huapangos.
En una letra muy sencilla, dividida entre dos partes casi idénticas (más el estribillo), de no ser por la gran diferencia que encierran, y que forma un auténtico retruécano, José Antonio Nachón hace una pequeña parábola para mostrar que ni la vida ni la muerte valen si uno no las llena de sentido, si no trascienden su condición. Lo original de la letra es que no se trata de una oposición entre vida y muerte, ni se toma partido por alguna de ellas, sino que ambas pueden tener valor o no, dependiendo del motivo que las defina. En contraste con la mayoría de las canciones de Nachón, en Canción de la muerte enamorada no hay pesimismo, sino apuesta por la trascendencia, a través de la vida o de la muerte, da igual. Como ya dije, el lenguaje es sencillo, pero para su fondo, para el concepto que quiere mostrar escoge una elipsis muy inteligente. Esta combinación le imprime a la rola un cierto tono de parábola, pero con la variante moderna de no evidenciar su conclusión, sino dejar que la encuentre el escucha (tampoco es demasiado oscura).
La música es sencilla también. Escrita en tono menor, adecuado para una canción solemne como ésta. El arreglo es acústico, con guitarra y un pequeño fondo de cuerdas y alientos. La parca melodía hace sentir en un primer momento que la simpleza de la forma coincide con una simpleza del fondo. Pero las oposiciones del retruécano final propician el final inesperado, breve, una comparación que permanece flotando en el ambiente, entre las dos estrofas, porque la canción es tan corta y sutil, como el impacto de las oposiciones de su letra.
Como suele ocurrir en toda la obra de José Antonio Nachón, Canción de la muerte enamorada es, pese a las diferencias señaladas, muy melancólica, de belleza sombría y profunda, como ambiente vespertino de jardín de enredaderas oscuras y estatuas musgosas.

103. SEMILLAS DE GIRASOL (bonus track)

Letra, música e intérprete: Alejandro Pérez-Sáez.
Disco: Tiempo de madera.



Nunca entendí
tus silencios abismales,
tu presencia sin palabras,
tus razones sin razones.

Nunca entendí
cuando ibas y venías;
que podías pasar la tarde
comiendo semillas de girasol.

Gira que gira,
montaña de nube.
Gira que gira, ilusión.

Nunca entendí
tus montones de revistas,
tus rincones con secretos,
tus enfados ni tus risas.

Yo nunca entendí
tus martinis solitarios,
caracoles en la cama,
tu mirar de caravana

que avanza y avanza
desiertos sin nombre;
avanza y avanza, ilusión.

Nunca entendí
tus desvelos voluntarios,
tus enfados repentinos,
ni tus sueños sin fronteras.

Yo nunca entendí
el desorden de tu pelo,
los colores de tu cara,
por qué pude y por qué no.

Muele que muele,
molino de viento.
Muele tu grano, ilusión.
Ilusión.


El segundo bonus track de la cuenta regresiva es un antihimno a la impenetrabilidad de una mujer, a ese carácter inaprensible, inclasificable, que colma la vida cotidiana de costumbres y gustos inconexos, pero adictivos para el condenado a ser testigo meramente ocular, un tanto desesperado porque jamás podrá descifrar el código, porque nunca encontrará los nexos que permitan aprehender realmente a la pareja. De este modo, las enumeraciones que utiliza Pérez-Sáez se suceden, para expresar justo todos esos ángulos sin relación, que arman ese garabato, ese jeroglífico, ese ideograma femenino, ese laberinto. Ya sea adjetivando o a través de metáforas, al estilo del poema Mi mujer de André Breton, el lenguaje de Semillas de girasol crea ese resumen dolorosamente ajeno y a la vez próximo, con mucha certeza. Las semillas de girasol que la mujer come toda la tarde simbolizan ese ser capaz del acto más inexplicable, más irreal, y que, sin embargo, encandila. Así, la elección de un elemento cotidiano, pero cargado de significaciones, le da a la canción el tono cercano al rock, que suele utilizar ese tipo de recurso, ya sea con nombres de calles, locales, personajes, etc., como podremos ver más adelante, y que vuelven más visibles y cercanos a los personajes.
A pesar de la limitante de la interpretación a guitarra acústica y voz, Alejandro Pérez-Sáez va soltando una melodía enigmática, con atractivos punteos que siempre están al filo de quebrar el ritmo, pero que lo solucionan al final, sin falta. No extraña entonces que de éste, su único disco solista, haya saltado al bajo eléctrico en el grupo de jazz Astillero.
Semillas de girasol tampoco califica absolutamente como rock, pero la compleja modernidad de su letra, su fondo profundo y cotidiano, así como el espíritu poderoso de los bajeos y punteos de la guitarra, se acercan mucho.

102. CIPRIANO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ (bonus track)

Letra y música: León Chávez Teixeiro.
Intérprete: Gabino Palomares.
Disco: Fabricando la luz.
Obviamente también existe la versión del autor, que puede apreciarse en el CD
De nuevo otra vez, pero en mi opinión esta versión supera a la original. También existe una reciente versión de Roberto González, en el disco homenaje a Chávez Teixeiro llamado La chava de la Martín Carrera.


Cipriano Hernández Martínez
se volvió a levantar,
dizque se desayunó
y se fue a trabajar.
Cuando llegó al lugar
le pidió a su patrón
que le aumentara el jornal.
Su patrón se le negó:
“Las cosas andan muy mal…
Cipriano Hernández Martínez,
te aumentaré tu jornal
si me señalas muy bien…
si me señalas muy bien
quién me va a alborotar”.

Cipriano Hernández Martínez
se volvió a levantar,
dizque se desayunó
y se fue a trabajar.
Cuando llegó al lugar
se encontró a Juvenal.
Juvenal era un hombre,
era un hombre muy cabal.
Juvenal era un hombre,
era un hombre muy cabal.
“Cipriano Hernández Martínez”
—lo invitaba Juvenal—,
“únete al movimiento,
únete al movimiento,
la huelga ya va a empezar,
la huelga ya va a empezar”.
Cipriano Hernández Martínez
le replicó a Juvenal:
“las huelgas no dejan nada,
las huelgas no dejan nada.
Siempre que llego a mi casa
encuentro bocas que llenar.
Siempre que llego a mi casa
encuentro bocas que llenar”.
“Cipriano Hernández Martínez,
¿cuándo podrás entender
que lo que gana el patrón
más la limosna que da
lo fabricamos los hombres
que te invitan a luchar,
lo fabricamos los hombres
que te invitan a luchar?”.
Cipriano Hernández Martínez
se largó a emborrachar,
a visitar al patrón,
a acusar a Juvenal.
Y le pegó a su mujer,
y a sus hijos traicionó.
Y le pegó a su mujer,
y a sus hijos traicionó.
Cipriano Hernández Martínez
le tenía miedo a su patrón.
Cipriano Hernández Martínez
había vendido su valor.

Cipriano Hernández Martínez
se volvió a levantar,
dizque se desayunó,
y se fue a trabajar.
Cuando llegó al lugar,
los soldados se llevaban
al valiente Juvenal,
los soldados se llevaban
al valiente Juvenal.
Cipriano Hernández Martínez
le replicó a Juvenal:
“las huelgas no dejan nada,
las huelgas no dejan nada,
ahora te van a matar
ahora te van a matar”.
Juvenal era un hombre,
era un hombre muy cabal:
“¡Me van a morir,
jamás nos matarán!
“¡Me van a morir,
jamás nos matarán!
¡Vamos, vamos, vamos, vamos, vamos, vamos
a regresar!”.


A diferencia de los dos casos anteriores, con Gabino Palomares no cabe duda: pertenece al ámbito de la trova, no del rock. Sin embargo, pese a que compartía la peregrina crítica con que los trovadores atacaban al rock, al final comprendió —al menos en la práctica, por este y el siguiente caso que veremos— que los músicos y compositores de rock podían enriquecer su propio trabajo. Cipriano Hernández Martínez forma parte de esta lista, no sólo porque fue compuesta por León Chávez Teixeiro, alguien también en la frontera del rock y la trova, sino por el poderoso arreglo clásico de rock que realizó y ejecutó la banda de Guillermo Briseño (con el aporte de un magnífico requintista, del que desafortunadamente no tengo el nombre a mi alcance) con instrumentos eléctricos, incluyendo el estupendo solo de guitarra y los típicos aporreos de piano de Briseño. Este arreglo, impecable y potente, incluso propició que la interpretación de Gabino Palomares también adquiriera la potencia rocanrolera que la canción requiere. Además, llevó la melodía de León Chávez Teixeiro a su máximo nivel de intensidad, sobre todo en la bajada de semitonos con que cierra algunas estrofas, así como la original construcción de acordes rápidos y sucesivos que delinean toda la pieza, y que en muchas partes equivalen a un acorde por cada sílaba de la letra, lo que provoca una sensación de vértigo que subraya la reiteración del nombre del protagonista de esta historia de conflictos obrero-patronales, que al final se convierte un una estupenda pieza de rock.
La letra de Cipriano Hernández Martínez reitera una preocupación clásica de las canciones de Chávez Teixeiro: la explotación del trabajador, en este caso centrada en la traición del esquirol potencial, en contraste con el que sí posee conciencia de clase, y que vale más por su pertenencia al colectivo que por su individualidad. Justamente este es el gran sentido de Cipriano Hernández Martínez, que se opone al individualismo que propicia la sociedad de consumo del neoliberalismo, representada en su grado más básico por el obrero egoísta, que también es un producto de su marginalidad. Juvenal, la voz resilente, que comparte el mismo contexto paupérrimo, y no obstante logra discernir el mecanismo de explotación que padece, deja su mensaje de esperanza, cifrada en la lucha organizada, tesis que Chávez Teixeiro ha expuesto en otras canciones, como Ponciano Flores. Así, la extensión de la letra, el recurso de repetir una y otra vez el nombre del traidor, así como el idéntico inicio de sus jornadas, y sobre todo la elección de un lenguaje directo y plenamente narrativo, le dan a la canción el toque de realismo que requiere el tema.

101. LA MUJER (SE VA LA VIDA, COMPAÑERA) (bonus track)

Letra y música: León Chávez Teixeiro.
Intérprete: Gabino Palomares.
Disco: Fabricando la luz.
También existe versión del autor, en el CD
De nuevo otra vez, así como una rara versión en vivo del grupo MCC, y otra muy reciente de Óscar Chávez y Los Morales en el citado disco de homenaje a Chávez Teixeiro llamado La chava de la Martín Carrera.


Abrió los ojos. Se echó un vestido.
Se fue despacio pa’ la cocina.
Estaba oscuro. Sin hacer ruido,
prendió la estufa, y a la rutina.
Sintió el silencio como un apuro.
Todo empezaba en el desayuno.

Dobló su espalda, gozó un suspiro,
sintió ridícula la esperanza;
al más pequeño le ardió la panza,
rompió el silencio, soltó un llorido.

Sirvió a su esposo, vistió a los niños,
cambió pañales, sirvió los panes.
Llevó a sus hijos para la escuela;
pensó en la dieta que se comían.
Midió el dinero, compró verduras,
palpó lo gris de su economía.
Formó en la cola de las tortillas,
cargó a Francisco, miró la calle.
Por todas partes había mujeres,
todas compraban y se movían;
cumplían aisladas con sus deberes,
que recordaban a las hormigas.
Sintió de pronto que eran amigas,
sintió que todas eran amigas.

Volvió a su casa, casa rentada,
vio más amigas desde la entrada.
Le dio a Francisco con qué jugar,
barrió los pisos, tendió las camas.
Se vio al espejo, miró las canas,
juntó las cosas de cocinar;
cortó las papas, las puso al fuego
y a la manteca la hizo chillar.
Ahora lo crudo se ha transformado,
estaba listo para comer.
La casa entera tiene otro ver,
de nuevo listo pa' ser usado.

Puso la mesa, sirvió a los niños,
cambió pañales, cortó los panes,
limpió de nuevo mesa y cocina,
le dio a Mercedes la medicina.
Pidió su turno en los lavaderos:
talló vestidos y pantalones.
Miró la ropa tendida al sol,
como si ayer no se hubiera hecho.
La misma friega todos los días,
se caminaba de nuevo el trecho.
Sintió la vida como prisión,
se le escapaba todo lo hecho.

Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.

Cruzó palabras con sus vecinas;
hubo sonrisas en formación.
Toda la raza en su cantón,
se las arregla con el trajín.
Siempre mujeres, cumpliendo oficios
que se entretejen sin tener fin.
Ser costureras, ser cocineras,
recamareras y planchadoras;
ser enfermeras y lavanderas,
también meseras y educadoras.
Muy diligentes afanadoras,
a sus familias las dejan listas,
rumbo a la escuela o hacia el trabajo
para que puedan checar las listas.
Se daba cuenta de sus afanes
y de los fines sabía un carajo.
Para ellos siempre la vida es seria,
pero se ahogaban en la miseria.

Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.

Se fue derecho para su nido,
siempre pensando planchó la ropa.
Todo lo roto dejó zurcido:
tenía un momento pa’ descansar.
Se abrió la puerta y entró el marido,
también molido de trabajar.
Puso la mesa, sirvió la sopa,
para quejarse no abrió la boca.
Se rieron juntos y platicaron.
Se habló de niños y de dinero,
de la vecinas, de algún dolor,
de los camiones y del patrón.
Lavó los trastos, tiró basura,
durmió a los niños, cambió pañales.
Como aire que entra por la ranura,
los dos jugaron con su ternura.
Le dio la vuelta a la cerradura,
durmió de pronto todos sus males.

Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.

Abrió los ojos. Se echó un vestido.
Se fue despacio pa’ la cocina.
Estaba oscuro. Sin hacer ruido,
prendió la estufa, y a la rutina.

Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.
Se va la vida, se va al agujero
como la mugre en el lavadero.


Como en el caso anterior, Gabino Palomares interpreta un tema de León Chávez Teixeiro, lo que, quizá sin desearlo totalmente, lo acerca al rock. Una vez más estamos ante una letra cuya enorme extensión tiene un motivo claro. En este caso, el retrato de la vida cotidiana de la ama de casa pobre, muy semejante a Ama de casa un poco triste, de Rockdrigo, sólo que aquí Chávez Teixeiro escoge el recurso de contar detalle por detalle casi hasta lo angustiante, al estilo de la Nouveau roman de Robbe-Grillet y otros autores, para resaltar cómo en ningún momento la mujer, la compañera, podrá realizar un acto realmente satisfactorio, que signifique una realización individual real. Todo movimiento, toda labor será sólo un eslabón más de la gran cadena del día asfixiante, de un día que está condenado a ser exactamente igual que el anterior y que el siguiente, sin ninguna posibilidad de sorpresa o escape. Tras mostrar una y otra vez las miserables condiciones del hombre proletario, esta vez Chávez Teixeiro voltea a la otra mitad de la ecuación: la mujer, que desde el hogar y los hijos que se tienen por inercia, tampoco tendrá nunca una motivación distinta a la mera sobrevivencia. De este modo, La mujer (se va la vida, compañera) es una canción muy sensible, que conmueve profundamente, porque describe una realidad muy dolorosa precisamente por ser muy reconocible, y que toca no sólo al amplio sector proletario, sino a la clase media urbana de México.
El arreglo de la magnífica versión de Gabino Palomares, a cargo del gran músico folclórico Gerardo Tamez (creador, por ejemplo, del conocidísimo tema instrumental Tierra mestiza), va creciendo en intensidad a la par que la angustia del paso de las horas, y cambia de la guitarra sola a una amalgama grupal en el clímax, para atenuarse sólo por un momento, cuando la estrofa que corresponde al amanecer del día siguiente nos deja en claro que todo se repetirá hasta el infinito, o mejor dicho, hasta la muerte. Y cuando queda develada esta realidad terrible, se unen todos los instrumentos a la voz impecable de Palomares, fuerte y profunda, en un remate que se va en fade-out, exactamente igual como se va la vida, compañera…

100. LENTEJUELAS

Letra, música e intérprete: Roberto González.
Disco: Lentejuelas.
Este disco tiene dos versiones, pues
Roberto González lo regrabó y reeditó. En el nuevo disco esta canción tiene dos versiones, y no una sola, como en el original. La versión más nueva de esta canción cambia “la relación”, en lugar de “la Selección”, lo que, me parece, mejora la letra. Sin embargo, he preferido la versión original para este análisis.


Soy el mexicano medio,
y no me siento muy bien.
La Selección no es mi fuerte,
más bien de todo también.

¿Soy feliz o sigo errante?

Y me pregunto dormido
qué intimidad compartí
para estar aquí metido
y sólo a veces salir.

De lo que sé, nada sirve
para poderme olvidar
de que no estoy muy contento
ni tampoco en el lugar.

¿Soy feliz o sigo errante?

¿Soy feliz o sigo errante?

De repente sí me meto
—para poder respirar—
a un mundo de lentejuelas,
donde sí aprendí a mirar.

Después siempre me regreso
a pasarme por aquí,
y resulta divertido
cómo todo sigue ahí.

¿Soy feliz o sigo errante?
Sigo ausente y voy por ti.


Roberto González nos entrega una típica canción críptica suya (basta recordar Algo, El palacio de espejos o Voy a olvidarme de ti). ¿Cuál es el “mundo de lentejuelas” del que habla? Como toda interpretación, la mía es sólo una de tantas posibles. ¿Qué “mundo” permite olvidar, escaparse, tomar un respiro, mientras vemos “lentejuelas”, es decir, luces titilantes, inaprensibles? ¿Por qué no es más explícito? Yo creo que estamos ante un nuevo paraíso artificial, como diría André Breton. El escape a través del ácido (o la droga específica de que se trate) no es algo que reciba apologías públicas fácilmente. Pero lo compartamos o no, cantar lo prohibido requiere valentía. Algo similar ocurre en la canción A riesgo de perder la vergüenza de MCC sobre el tema homosexual, o en la novela Lolita de Vladimir Nabokov y el deseo hacia las adolescentes casi niñas. Lentejuelas, además, muestra el porqué, el contexto que hace sentir asfixiado y que lleva al escape a ese “mexicano medio” que no es tan medio: el artista. Que la vía es fallida y se llevó a Hendrix, Janis, Morrison, etc., es otra cosa. Pero la necesidad de Roberto González es de confesión, o mejor: de asumir lo que se es, la deficiencia, la fragilidad. Al final, ¿se es feliz, o se vive errante, escapando? Ni siquiera el autor puede responderlo, y comparte con nosotros su propio proceso de angustia, su propia duda metódica, lo que hace de esta rola un acto de honestidad intachable. Y si no es más explícito es por la misma fragilidad que la canción refleja. Pero obviamente caben otras interpretaciones. No obstante, la necesidad de escape ante una realidad demasiado áspera para el ser sensible sí es explícita en Lentejuelas, y esa sensibilidad golpeada es la de toda una generación, la posterior al 68, la de Roberto González, pero que podemos reconocer en cualquiera, pues el fondo opresivo para el verdadero artista se maquilla diferente, pero persiste.
La música de Lentejuelas, suave, con arreglo de balada-rock, parece salir del mismo vapor, de la misma neblina morada, leve, cadenciosa gracias a su solo de sax intermedio, sin mayor pretensión que la confesión (o auto-revisión) que encierra. No obstante, al final rompe en un jazz impecablemente ejecutado y casi gozoso (recurso muy semejante al que usa On’tá en Padre, padre, pero en el intermedio de la canción), como si quisiera remarcar musicalmente ese pequeño respiro del “mundo de lentejuelas” de la letra, como si esa música de jazz perteneciera a ese otro mundo, y marcara el ingreso a esa mínima alegría temporal, fugaz. Un recurso inteligente y de talento.
De este modo, Lentejuelas es una canción intimista, pero que representa una voz generacional, perdida y doliente, pero de gran valor histórico en México.

99. ESTOY CANSADO

Letra y música: Agustín Aguilar.
Intérprete: Mamá-Z.
Disco: Mamá-Z (conocido como “Disco rojo”).




Estoy cansado de las masas,
de las mesas, de las misas, de las musas
y del sol.

Estoy cansado de las ramas,
de las rimas, de las reumas, de las reumas
del corazón.

Estoy cansado de auscultarme,
recorrerme, graficarme, pa' encontrarme
una razón.

Estoy cansado de los Lamas,
de las limas, de los lemas, de Las Lomas
y Escandón.

Estoy cansado de preguntar
dónde se encuentra la sobriedad,
dónde termina la castidad,
lujuria esquiva, sin respirar.

Estoy cansado de las ratas,
de los retos, de los ratos, de las rutas
del Señor.

Estoy cansado de las dudas,
de los dados, de los dedos, de los dedos
del dolor.

Estoy cansado de preguntar
dónde termina la santidad,
dónde termina la castidad,
lujuria esquiva, sin respirar.

Estoy cansado de mirarme,
de tocarme, de chuparme, pa' encontrarme
el corazón.

Ya no quiero, ya no quiero,
ya no quiero, ya no quiero,
no, no, no.

Estoy cansado de preguntar
dónde se encuentra la sobriedad,
dónde termina la castidad,
lujuria esquiva, sin respirar.


Este juego verbal, al más puro estilo de Mamá-Z, nos recuerda el sentido del humor, el afán de experimentación y la ampliación del lenguaje que tiene el rock mexicano. Los ejemplos de Jaime López, Rockdrigo y demás son innumerables, y muchos de ellos aparecerán en esta lista. Agustín Aguilar es otro gran exponente, y en Estoy cansado nos convida a su juego de palabras en paronomasia, apenas diferentes, que muestran los anchos límites de los campos semánticos si se saben encontrar sus relaciones, sus alcances. Obviamente aquí lo importante es la forma, pero la maestría de Agustín Aguilar oculta, bajo la sonrisa cómplice que provoca, un fondo más profundo de lo que parece: que el verdadero cansancio, sobre todo emocional, que obviamente recuerda la rola I’m so tired de los Beatles, permea todas las variaciones. Son tan diferentes y a la vez tan semejantes las variantes de la vida cotidiana, que hartan, porque como dijera Jim Morrison, todas “tienen lobos”, esconden una trampa postmoderna. Es como si la realidad fastidiosa se deshiciera en estos jirones, donde los significados se desprenden de sus significantes sin que cambie el sentido, dado que se equiparan en su miseria circular (por cierto, este recurso del lenguaje recuerda también el del cierre de la novela Obsesivos días circulares de Gustavo Sáinz), en su pesadez insípida. De esta manera, Agustín Aguilar se coloca por encima de muchos juguetones del lenguaje, malos imitadores de los auténticos, ya mencionados, pues no se limita al juego por el juego, que apantalla, pero carece de sustancia. Al contrario: cada enumeración parónima del juego vanguardista de Estoy cansado siempre aterriza en un concepto, en un sentido muy significativo. Inteligentemente escondido, o mejor dicho, no obvio, pero atinado y agudo, en una muestra de la gran inteligencia de Aguilar.
La melodía de Estoy cansado también es juguetona. Cambia de ritmo sin demasiados motivos, y se vuelve un pretexto para el be bop modernizado, del que Mamá-Z es quizá el último exponente, y que apoya la irreverencia del experimento. Además, introduce una figura casi paródica de Twist and shout de los Beatles al final de los estribillos, en que las voces van incorporándose en una nota larga, aumentando en escala, lo que eleva el grado de humor, al igual que el recurso de grabarla con dos primeras voces (es decir, no en armonía), todo como un juego expresivo muy grato.
Por todo lo dicho, Estoy cansado es una gran lección para los que quieren ser graciosos a toda costa, sin lograr entender que eso sólo tiene mérito si va acompañado de un significado más trascendente. De no ser así, sólo lograrán (y de hecho ya logran) el equivalente musical del humor de pastelazo. En Estoy cansado, como en muchos otros casos, Mamá-Z ejemplifica lo contrario.

98. PARIA'S BLUES

Letra: José Cruz.
Música: Real de Catorce.
Intérprete: Real de Catorce.
Disco: Real de Catorce.



En una de las calles
más lejanas del sueño
—la más confusa y apagada—,
donde las sombras se erizan
y los miedos se palpan,
hay un rincón de café.

Sorbiendo a tragos el olvido,
trazando penas de papel,
borrando nombres y apellidos,
está un cadáver de mujer.

Bailando con fantasmas
vestidos de negro,
vendiendo el sexo a placer,
fumando la absurda
tonada de un necio,
rompiendo bocas de un revés.

Tejiendo —muerta— telarañas,
guardando lutos por hacer,
odiando el llanto de una virgen,
está un cadáver de mujer.

Tejiendo —muerta— telarañas,
guardando lutos por hacer,
odiando el llanto de una virgen,
está un cadáver de mujer.

Con más de un siglo después…


José Cruz, sin duda el armoniquero más impactante de la historia del rock mexicano, pero también gran cantante, guitarrista y compositor, ha vuelto una y otra vez sobre el tema de esta canción: el arrabal y sus criaturas. Como una especie de actualización rocanrolera del Agustín Lara de Aventurera o Los Panchos de Amor de la calle y Perdida, Real de Catorce nos introduce en la luz roja, la madrugada humeante y los despojos del lupanar y sus callejones, verdaderos nidos de parias, como la mujer de este blues desgarrado. Despojo humano, derrota con medias raídas, tos seca de cigarrillo y bilé corrido, todo eso es este “cadáver de mujer”. No le queda nada, y justo por eso hay que cantarle, que trovarle metáforas osadas como manos bajo la falda, porque José Cruz nos hace ver la nueva Dulcinea que se esconde tras esa nueva Aldonza pintarrajeada de rímel y agonía. Porque no es tan diferente a nosotros, que de una manera u otra, somos también despojos de nuestro tiempo.
La música de esta rola es uno de los blueses más clásicos y deliciosos de la historia del rock mexicano, con sus urgentes solos de guitarra y armónica, que son un auténtico alivio para el alma. Y la voz de José Cruz muestra un inmejorable nivel, un gran control del vibrato y los juegos de los cambios tonales, que hacen de Paria’s blues una obra cumbre de este género, generalmente fallido en México, pero con excepciones tan honrosas como esta canción, a la altura del mejor blues negro clásico.

97. EL GATO

Letra, música e intérprete: Roberto González.
Disco: Aquí.
Aunque para este análisis me basé en la versión con guitarra acústica sola y voz, grabada para
Radio Educación, porque considero que el arreglo del disco Aquí no resultó muy bueno.


El alarido ahogado es como caminar
a las 4 de la madrugada por la ciudad,
donde te encuentras a los que viven en ella.

Agentes borrachos violentos,
ratas que salen a tu encuentro,
tratando de decirte que eres un extranjero.

Los perros te muerden,
te pasan la rabia,
se van satisfechos.
Bajo la luna, sigues derecho.

El alarido ahogado es como caminar
a las 4 de la madrugada por la ciudad,
donde te encuentras a los que viven en ella.

Gatos negros hambrientos,
desperdiciando su talento,
pudriéndose en la basura, inhalando cemento.

Los gatos te dicen
que tú eres como ellos,
que buscas bocado
para pasar el día aislado.


Roberto González nos entrega en El gato una reflexión sobre la marginalidad: ¿qué tan ajena es realmente? ¿Acaso no vivimos todos una misma limitante ante las condiciones imperantes, sociales, económicas, psicológicas? Tanto la crítica como su otro lado, la compasión, se congelan en la boca del cantante-testigo al notar que ese ser marginal, ese gato de callejón maloliente, no es tan diferente; que pese a su evidente desventaja ante todos nuestros privilegios, estos no son sino espejismos que ocultan la misma trampa, la misma condición de estar en manos de los que verdaderamente tienen la sartén por el mango: altos empresarios, banqueros, políticos. La nueva perspectiva que nos ofrece Roberto González otorga a la canción toda su originalidad. Así, El gato muestra la gran capacidad crítica de Roberto González, y aun del movimiento rupestre en general, que evita obviedades ya inofensivas de tan sobadas, y muestra, en cambio, que la conciencia social no está peleada con la calidad artística, siempre y cuando la primera cumpla su papel de mera inspiradora y detonante, y la segunda el suyo, de fin en sí misma, de verdadero sentido y único compromiso del artista. Porque si bien el fondo es relativamente claro, la forma de la canción es cuidadosa, de figuras literarias sólidas, y que, sobre todo, no evidencian, no regalan el tema. De hecho, la primera estrofa guarda el suficiente cuidado en su comparación fundamental, que adquiere un tono enigmático, profundo, que igual implica un ejercicio interpretativo no demasiado fácil. Como igual se trata de una canción en que la crítica social es importante, Roberto González tampoco la hace demasiado oscura, pero eso mismo demuestra que las decisiones estilísticas surgen de un trabajo minucioso y una capacidad notable.
La música de El gato es sólo un rocanrolito clásico de tres acordes, pero justo por eso concuerda tanto con la condición de los personajes que describe la letra, simples sólo en apariencia, pero cargados, muy cargados emocionalmente. Y el resultado es una rola aguda y disfrutable, sin que se resienta esa amalgama, de uno de los grandes precursores del rock mexicano inteligente y poético.

96. NOSOTROS SOMOS LOS MARRANOS

Letra y música: Julio Haro.
Intérprete: El Personal.
Disco: No me hallo.



Nosotros somos los marranos,
nos divertimos como enanos.
Nosotros somos los cochinos,
nos divertimos como chinos.

Hay que acabar con esta Tierra,
desde la playa hasta la sierra.
Hay que acabar con el ambiente,
para que vean lo que se siente, ay, ay, ay, ay.

Nosotros somos los marranos,
nos divertimos como hermanos.
Nosotros somos los cochinos,
Nos divertimos como primos.

Hay que acabar con las especies,
con las aves y con los peces.
Que ya no quede nada vivo,
el bosque es nuestro enemigo, ay, ay, ay, ay.

Nosotros somos los marranos,
nos divertimos como enanos.
Nosotros somos los cochinos,
proliferamos como chinos.

Hay que acabar con el reino animal
y con la flora intestinal.
Hay que ponernos Odorono,
para acabar con el ozono, ay, ay, ay, ay.

Nosotros somos los marranos,
nos divertimos como enanos.
Nosotros somos los cochinos,
nos divertimos como chinos.

Hay que llenar el mar de orines,
para acabar con los delfines.
Hay que lavar con detergente,
para que se muera la gente, ay, ay, ay, ay.

Nosotros somos los marranos,
nosotros somos los cochinos,
Nosotros somos los marranos,
nosotros somos los cochinos.

Hay que acabar con esta Tierra,
desde la playa hasta la sierra.
Hay que acabar con el ambiente,
para que vean lo que se siente, ay, ay, ay, ay.


Siempre resulta complicado sopesar el humor cuando se trata de hacer comparaciones como las de este blog. Lo serio y lo cómico parecen incomparables. Lo humorístico siempre parte con una desventaja: la de sonar a intrascendencia. Si uno piensa en otras ramas del arte, resulta claro. Por ejemplo, muy rara vez una comedia gana un Oscar a mejor película. Lo curioso es que muchas grandes obras han sido esencialmente humorísticas, al menos en gran parte. En literatura podemos ejemplificar esto con el Quijote, con el Ulises de Joyce, y ni hablar de obras como el Gargantúa de Rabelais. Y sin embrago, sigue pasando: lo humorístico sigue subvalorado. En esta lista también pasó: varias canciones humorísticas fueron perdiendo lugares, hasta quedar fuera. Pero ni modo, el procedimiento así lo dictaminó, y como ya se explicó, se respeta.
Uno de los casos (sí los hay, a pesar de todo) en que el humor sobrevivió a la competencia, es esta canción de El Personal. Todo un experto en ligar rima tras rima, el desparecido Julio Haro desarrolla esta ironía sobre la inconsciencia ecológica. Asumiendo por un segundo la parte “marrana” que todos tenemos, pero que, asimismo, negamos, las estrofas abren las compuertas de nuestro verdadero comportamiento. ¿De veras nosotros NO somos los marranos? ¿De veras es siempre OTRO el culpable de la agonía del planeta? ¿De veras ese “LOS OTROS” no es realmente un “NOSOTROS”? A través de un reggae muy propio de su estilo, El Personal parece restregarnos la respuesta con una sonrisita en los labios, que significa simple y llanamente “a mí no me engañas, marrano”. Obviamente la ironía es la figura retórica fundamental de la rola. Pero al final los versos arman otra: el retrato, pero satírico, esperpéntico, a la manera de Valle-Inclán, y también de las rolas que son sus parientes cercanas: El contaminador de Naftalina y Cof, cof de Héctor Cruz (Ya nadie respira de MCC muestra la visión seria del tema). Este tono satírico, sumado a las impecables rimas de Haro, el ejemplo máximo de versificación del rock mexicano, le dan a Nosotros somos los marranos un aire muy cercano a la picaresca medieval, renacentista y aun posterior, como El Lazarillo de Tormes, El Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi, Rinconete y cortadillo de Cervantes, etc. Pero si el pícaro tradicional es siempre producto de su medio marginal, y la motivación única de su comportamiento es la necesidad de sobrevivir, en el caso de Nosotros somos los marranos no hay excusa: es la simple y llana inconsciencia, el egoísmo más bruto. Y lo peor de todo: las continuas palizas que el pícaro tradicional experimenta, en el caso de la canción de El Personal se vuelven impunidad absoluta, y que no se detiene nunca. El justo y doloroso sello de nuestro tiempo. De ahí que, por más risa que provoque el ingenio de la rola, hay una amargura muy tenue escondida, que queda en manos del escucha dimensionar.
Como dije, Nosotros somos los marranos es un reggae típico de El Personal. El arreglo es absolutamente distintivo de su estilo, con unos teclados que suenan más a melódica (si no es que de hecho lo es) que a sintetizador, y con una sección de ritmos casi caribeña, rica y jocosa (que no se pierde ni en los temas más “serios”, como No me hallo). La voz de Julio Haro, como siempre, es un juego de graves divertidos, y síncopas saltarinas, que aquí cumplen perfectamente su función humorística.
De esta manera, pese a que su sentido es quizá de los más transparentes de la lista, Nosotros somos los marranos posee agudeza y talento estilístico más que meritorios.

95. BLUES DE LAS VENTANAS

Letra y música: Enrique Pato Montes.
Intérprete: Trolebús.
Disco: Trolebús en sentido contrario.



Son las seis, el tiempo corre,
el timbre suena y corta
tu soñar.
El primer insulto al día,
entre lagañas, dices,
ya sin pensar.

Entras a la regadera,
bautiza el agua tu malestar.
Blandes la navaja de rasurar,
queriendo afeitar la realidad.
Te sirves un desayuno frugal,
la prisa es el café, es tu pan.
La oficina es el punto final,
ya se aproxima esa ola glacial.

Te suben al cielo en un elevador,
y bajan los bonos de tu corazón,
tecleando pantallas gandallas,
haciendo llamadas a fantasmas,
escribes la muerte en tu piel,
en tu piel.
Dime si tu mano aún vive,
o si ya sólo dices adiós.
Si bostezas el hastío,
quedó siempre el reloj,
o preguntas: “¿qué es lo que soy?”.

Para evitar claustrofobia
y ahuyentar la luz artificial,
una ventana pediste,
y te pusieron un fotomural.
Quieres sólo una ventana,
de perdida para saltar,
para que al menos te sientas,
te sientas muerto de verdad.

Te suben al cielo en un elevador,
y bajan los bonos de tu corazón,
tecleando pantallas gandallas,
haciendo llamadas a fantasmas,
escribes la muerte en tu piel,
en tu piel,
en tu piel.


Pese a ser en general un grupo de canciones humorísticas compuestas por José Luis Campos Choluis, Trolebús expone esta canción como doble excepción: es seria, y el compositor y cantante es el requintista Enrique Pato Montes (que pasó después a La Maldita vecindad y Los hijos del 5º Patio). A través de metáforas y prosopopeyas consecutivas, sencillas, pero bien logradas, la primera parte de la letra refleja la mañana monótona del oficinista hasta que llega a su trabajo. La desesperanza de los días repetidos, de la labor opaca, intrascendente, han eliminado cualquier anhelo; lo único que queda es un deseo de aire y luz de día, pero el oficinista no obtendrá ni eso en un medio deshumanizado y con el objetivo único de la productividad. Así, la ventana es el símbolo de un escape irrealizable: el aire, la luz, son en realidad máscaras que ocultan el verdadero deseo, el del fin, el de la puerta —la ventana— que termine con tanto tedio, aunque sea con una caída liberadora, al fin liberadora. Pese a que Trolebús ensayó un ángulo distinto para el mismo tema en la rola 7º piso (y que la comparación no deja de ser interesante), ésta sí compuesta por Choluis, sin duda Blues de las ventanas (título erróneo, porque no se trata realmente de un blues) es superior, tanto en su propuesta estilística, como en su intensidad emotiva. La calidad de la composición de Enrique Pato Montes sorprende, sobre todo si se compara con la otra canción que aportó al grupo: El anzuelo, más cercana al humor urbano y el mensaje directo característicos del grupo, pero por lo mismo menos atrevida en el uso de la elipsis narrativa.
La música y el arreglo son muy propios de una alineación de grupo urbano, y a pesar de los desajustes de volumen de una mala mezcla (lo que ocurre sólo con esta canción, además de Troleblues, que no pertenecían al LP original, sino que se añadieron para la edición del CD), su esencia más visceral le da a la melodía el tono de hartazgo y desesperación que su tema requería. Lo más original del arreglo es la breve introducción musical que imita el sonido de ese reloj que saca del sueño y lleva al protagonista a ese nuevo día que nunca quisiera que llegara.
En conclusión, Blues de las ventanas es la mejor muestra del lado más reposado y analítico de Trolebús, pero sobre todo del deseo de hacer algo más trascendente que la risa novedosa, quizá el obstáculo mayor de esta banda.

94. SÁCALO

Letra, música e intérprete: Jaime López.
Disco: Jaime López.
También existe una versión de
Cecilia Toussaint en el disco En esta ciudad, pero si el arreglo del disco de Jaime López ya había bajado el nivel de la versión demo sólo con guitarra acústica, el de Cecilia es aún peor, pues el sintetizador con voces de cuerdas le restó toda la fuerza que la letra expresa.


Quiero decir que estoy harto de mí.
Si algo de ti permanece aquí,
sácalo, sácalo,
antes que me lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo.

Si tuviera religión,
me pondría a analizar;
si tuviera ideología,
pondríame a rezar.

Quiero creer que revive el ayer,
pero la piel se volvió pared;
tírala, tírala,
saca la primera piedra;
tírala, tírala,
tira la primera piedra.

Si sumida en la prisión
te podías liberar,
¿por qué en la libertad
te vas a encarcelar?

Quiero decir que estoy harto de mí.
Si algo de ti permanece aquí,
sácalo, sácalo,
antes que me lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo.

Mi enemiga no eres tú,
tu enemigo no soy yo:
el enemigo común
está alrededor;

sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo,
sácalo, sácalo,
antes que nos lleve el diablo.

Sácalo...

Sácalo de Jaime López es el hartazgo amoroso hecho canción. El hartazgo de no poder cerrar el círculo emocional tras el rompimiento, y del que no se termina de salir hasta no agotar los argumentos que expliquen el fracaso. Pero la trampa es que nunca habrá argumentos que alcancen para el que todavía ama; sólo resta desear apasionadamente que esa cadena se rompa al fin. Qué tanto se deseará, que incluso se pide ayuda a la persona amada misma, se le pide una ayuda para quedar libre, pero sólo como apóstrofe, desesperado, inútil. No obstante, es justo ese el rasgo distintivo de Sácalo, y la diferencia con otras canciones de López con el mismo tema, como El hombre de Wall Street y Ella empacó su bistec. Y acudir a la persona perdida no sólo es un original recurso literario, sino un ejemplo de humildad y sobre todo de sensibilidad. No extraña entonces que la línea lo exprese: “mi enemiga no eres tú, tu enemigo no soy yo: el enemigo común está alrededor”. Es decir, la auténtica visión madura de la ruptura, que sabe diferenciar lo que muy pocos: que el que opina, ve las cosas o toma decisiones de manera distinta no es por ello un equivocado, sino sólo alguien que disiente, desde otra línea igual de válida. Obviamente no cualquier ruptura permite tal sensatez; por eso mismo, Jaime López y el resto de los autores pueden explorar en otras canciones los distintos grados. Por otro lado, la propuesta poética de Sácalo se centra en el retruécano de sus estribillos, muy inteligentes y estupendamente trabajados, que sin duda recuerdan los famosos de varios sonetos y redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz. A través de esta figura retórica, Jaime López muestra, además, cómo la alteración lógica refleja la propia del amor frustrado, de ahí lo atinado de su elección. De hecho, López siempre se ha caracterizado por la exploración de distintas figuras literarias principales, de rola en rola, lo que sin duda ha enriquecido ampliamente su propuesta artística.
Por su parte, la música de Sácalo refleja la gradación emocional que se va desarrollando en la letra: parte casi como una balada-rock, hasta terminar de manera energética, incluyendo un coro a capella, luego del cual reaparece el arreglo instrumental fuerte. Como ya dije antes, la primera versión de esta canción, grabada en radio, era sólo con guitarra y voz. La versión del disco incluye un acordeón, lo que, a mi juicio, fue una mala elección, pues le resta fuerza, por el tono más propio de la canción humorística o liviana norteña que dicho instrumento provoca. Pero pese a ello, la garra de la voz de López fortalece totalmente la rola, que surge auténtica, profunda, y sobre todo, muy sentida.

93. SOLARES BALDÍOS

Letra, música e intérprete: Rodrigo González, Rockdrigo.
Disco: El profeta del nopal.
También
Nina Galindo grabó una versión para el disco de homenaje a Rockdrigo, llamado A ver cuándo vas…, grabado por varios músicos del movimiento rupestre.


Ella estaba sentada
en un jardín de sopor;
sentada sobre la nada,
viendo fantasmas de amor,
con los dedos amarillos
por los cigarrillos
y excesos de ron.

Cruzan mi mente solares,
solares baldíos de amor.

Ella se mece en su hamaca,
enredada en el tiempo,
con la mirada ya flaca
por quien nunca regresó.
Dicen los niños que juegan
a ver quién atina a los vasos de ron.

Cruzan mi mente solares,
solares baldíos de amor.

Es un cometa la imagen,
es un mapa de vapor.
“Voy por cigarros”, le dijo,
se puso el sombrero y jamás regresó.
“¡Ya no arañe las nubes!”,
le recetó algún doctor,
pero ella estruja lugares
que dan a solares
baldíos de amor.

Fue a sacudir al tendero,
al policía y al dolor,
pero de aquel paradero
sólo silencio encontró.
Los días eran sospechas
de algún enemigo con el odio a flor.

Eran su vida solares,
solares baldíos de amor.

Supo de alguien que sabía
adivinar el color,
y en un teléfono viejo
ella escupió su dolor.
“Miles de gentes perdidas”,
le dijo un lejano interlocutor.

Eran su vida solares,
solares baldíos de amor.

Es un cometa la imagen,
es un mapa de vapor.
“Voy por cigarros”, le dijo,
se puso el sombrero y jamás regresó.
“¡Ya no arañe las nubes!”,
le recetó algún doctor,
pero ella estruja lugares
que dan a solares
baldíos de amor.

Solares baldíos,
baldíos de amor.
Solares baldíos.


En las entrevistas y conciertos que tuvo en vida, Rockdrigo siempre dividía sus canciones entre “urbanas” y “humanas”. Así, el humor era su característica, pero no la única. Solares baldíos lo demuestra. Una vez más, como tantas, se narra una historia (o una hurbanistoria, como propuso ortográficamente Rockdrigo); en este caso, la de la mujer abandonada, pero sin explicación, sin que se sepa el destino de la pareja, que sólo desapareció (Jaime López retomó el tema recientemente, en su rola Por cigarros a Hong Kong, grabada en el disco Nordaka junto a Eulalio González Piporro). La angustia y las miserables esperanzas resultantes llenan la vida de la abandonada, pero la llenan de vacío realmente, y la paradoja consume el alma, los nervios y los años de la mujer. Todas esas emociones las refleja poéticamente la letra, con imágenes muy ricas y modernas (como las metáforas “jardín de sopor”, “mapa de vapor” y obviamente “solares baldíos de amor”, y las prosopopeyas “escupió su dolor” y “estruja lugares”, además de adjetivaciones y comparaciones). De esta manera, la verdadera división de las canciones de Rockdrigo tiene más que ver con la elección entre complejidad formal (como en Rock en vivo, Tiempo de híbridos y Solares baldíos), o un lenguaje más directo, de impacto inmediato (como en Oh, yo no sé, El feo o Asalto chido). Obviamente muchas veces coincide esta división con la diferencia entre canciones de humor y más serias, pero no en todos los casos. Pero como sea, Solares baldíos es una de las canciones donde Rockdrigo explora más los límites estilísticos, sin que ello impida que logre un fondo profundo, y una delicadeza muy lograda ante la tragedia cotidiana, absurda y aplastante de la protagonista. Una verdadera pieza de empatía, la rola resulta conmovedora, y la desesperación y la soledad que se vuelven alcoholismo se reflejan sin obviedades sensibleras, en aras de un tratamiento mucho más profundo.
La música es una pieza clásica de rock rupestre, donde la guitarra sola tiene que encargarse de llenar lo que un arreglo más elaborado, eléctrico y con recursos de estudio, facilitaría. Rodrigo González suple esta carencia muy eficientemente, con cambios de ritmo y énfasis, con punteos y viajes de lo más agudo a lo grave, del arpegio al golpe de guitarra, y todo esto ajusta la concordancia con las complejidades emocionales del personaje principal de la letra. Una de las grandes del Rockdrigo.

92. LA RATA INMIGRANTE

Letra: Gerardo Meneses.
Música: Jorge Meneses.
Intérprete: Lucerna Diogenis.
Disco: Nube.



Llega La Rata Inmigrante.
Es una voz venida a más,
un lienzo que hiere, ensucia y arde,
que de repente ya no está.
Llega La Rata Inmigrante,
sin muda alguna, para qué…
No tiene un orden, es de nadie.
Cuando la buscas, ya se fue.

Rata corriendo en las paredes,
fotografiando una verdad,
acelerando lo que quieres,
desbaratando ingenuidad.
Bien no se sabe tú quién eres.
Tu no-gobierno es claridad.
Bien no se sabe tú quién eres.
Tu no-gobierno es claridad.

Llega La Rata Inmigrante.
Es una voz venida a más,
un lienzo que hiere, ensucia y arde,
que de repente ya no está.
Llega La Rata Inmigrante,
sin muda alguna, para qué…
No tiene un orden, es de nadie.
Cuando la buscas, ya se fue.


No son muchos los grupos formados por hermanos en el rock mexicano. Pero de hecho eso tampoco es muy común en el rock internacional. En general los ejemplos son mínimos y malos: los Beach Boys (de los pocos casos que pasaron de la intrascendencia del sonido surf californiano a la fabulosa búsqueda de Pet sounds), los dañinos para el rock Bee Gees, los Jackson Five, más recientemente ese monumento a la autocomplacencia y la pose llamado Oasis, y párale de contar. Quizás es mucho pedir que dos miembros de una misma familia tengan el suficiente potencial creativo. En todo caso, en México se ha dado más en la música comercial, como los horrendos Hermanos Zavala y los Hermanos Castro, o en la época del rock’n’roll, los Hermanos Carrión.
Por eso es un tanto extraño el caso de Lucerna Diogenis (que significa La lámpara de Diógenes en latín, nombre basado en la anécdota del filósofo griego Diógenes de Sínope, que, paseándose con una lámpara encendida a pleno día, decía “busco un hombre”, es decir, un ser humano de verdad, y no sólo de nombre), formado por los hermanos Gerardo y Jorge Meneses. Ambos han grabado discos como dúo, y también como grupo más grande, y primero como Boleto del Metro, nombre con el que quizá se les conoce más. Curiosamente dieron un salto del rock urbano de garaje, casi amateur, al más complejo, incluso progresivo, como el caso de La Rata Inmigrante.
Quien oiga esta canción, pero no tenga el disco Nube de Lucerna Diogenis, seguramente tendrá dificultades para entender la letra. En el cuadernillo del CD se explica que La Rata Inmigrante es un periódico mural estudiantil anarquista. La letra de esta rola es sencilla, pero bien lograda, y se limita a describir lo señalado: el espíritu rebelde de una manifestación sociopolítica clásica de los estudiantes universitarios, sólo que del lado más clandestino y fugaz. Para concordar con esa misma fugacidad, Gerardo Meneses escoge un lenguaje muy conciso, y las figuras retóricas son más bien parcas, limitadas a unas cuantas prosopopeyas, una gradación y algo más por ahí. No obstante, el efecto, casi de foto instantánea, es preciso, contundente, cuidadosamente elegido, como puede corroborar una comparación con otras canciones de Lucerna Diogenis.
Pero quizá lo más importante de La Rata Inmigrante es cómo, a partir de una melodía de sólo 4 acordes, el grupo (en el disco Nube, donde está esta rola, es en realidad un dueto) logra construir un arreglo muy elaborado de rock progresivo, con un bajo potente y certero, un estupendo solo de guitarra electroacústica, batería electrónica y sintetizadores atmosféricos vanguardistas (pese al ligeramente titubeante solo de teclado), al estilo de músicos como MCC, Juan Valdez y Eblén Macari. Y todos estos instrumentos ejecutados por una sola persona, Jorge Meneses, creador de la música (sorprendentemente la música de todo el disco Nube la ejecuta Jorge —salvo la batería electrónica y algún teclado del invitado trovador argentino Cacho Duvanced—, y Gerardo sólo canta algunas rolas, lo que inevitablemente lleva a recordar el primer disco solista de Paul McCartney). Por último, La rata inmigrante tiene un par de méritos adicionales: primero, la armonía del estribillo, a dos voces, una de las cuales es reconocible, la de Fausto Arrellín, del grupo Qual (el grupo de Rockdrigo en vida), además de la segunda aguda de otro hermano Meneses, Raúl, como músico invitado. El otro mérito es el efecto de explosión al final, casi futurista, como recurso de estudio muy propio del progresivo, y que recuerda el final de El chime de los tucanes de MCC, en la versión del CD MCC 1980/1984, así como otro, intermedio, de otra rola de MCC: El muro.
Por ello, y pese a su innegable valor poético, La Rata Inmigrante de Lucerna Diogenis es un buen ejemplo de una canción con mérito principal en la potencia de su arreglo. Una de las mejores canciones del progresivo mexicano.