Letra, música e intérprete: Jaime López.
Disco: 1ª calle de la Soledad.
También existe otra versión, en el disco de 45 rpm. Bonzo/Mi amor no sirve de nada.
Disco: 1ª calle de la Soledad.
También existe otra versión, en el disco de 45 rpm. Bonzo/Mi amor no sirve de nada.
Me quedé dormido,
con la televisión prendida,
con la radio prendida,
lavadora prendida,
licuadora prendida,
con el cigarro prendido,
y prendí fuego a la casa,
con mis sueños lucidos,
de bonzo, de bonzo…
Se quedó dormida,
con mi conversación prendida,
a la almohada prendida,
con las luces prendidas
y las ganas prendidas;
tan apagada la orilla,
que prendí fuego a la cama,
mientras ella dormía,
de bonzo, de bonzo…
Y me fui al cielo,
poco después de aquel incendio,
con el alma entre el fuego,
con aureola de fuego,
con la cara de fuego;
tan aprehendido por fuego,
que prendí fuego en el cielo:
Dios está en el infierno,
de bonzo, de bonzo…
con la televisión prendida,
con la radio prendida,
lavadora prendida,
licuadora prendida,
con el cigarro prendido,
y prendí fuego a la casa,
con mis sueños lucidos,
de bonzo, de bonzo…
Se quedó dormida,
con mi conversación prendida,
a la almohada prendida,
con las luces prendidas
y las ganas prendidas;
tan apagada la orilla,
que prendí fuego a la cama,
mientras ella dormía,
de bonzo, de bonzo…
Y me fui al cielo,
poco después de aquel incendio,
con el alma entre el fuego,
con aureola de fuego,
con la cara de fuego;
tan aprehendido por fuego,
que prendí fuego en el cielo:
Dios está en el infierno,
de bonzo, de bonzo…
En más de un sentido, la obra de Jaime López es sorprendente. No sólo lleva el lenguaje a juegos límites, sino que mezcla los ritmos (polka, rock’n’roll, cumbia, trova) cambia las voces, incorpora léxicos, hace crítica política (ya vimos Un curso intensivo y Quítame tu cómic de la vista), retrato urbano (El mequetrefe, Chilanga banda), rescate histórico (Doroteo), irreverencia sexual (Ámame en un hotel, Me siento bien pero me siento mal), etc. Y por supuesto, canciones profundamente humanas (Las caricias de un extraño, Morir como mueres hoy). Nunca se estanca, el mayor riesgo para un artista. No todo lo que produce es impecable, pero sin duda corre más riesgos que cualquier otro rockero mexicano.
Alguna vez un amigo, decepcionado por los resultados deportivos del país, me preguntaba si en algo estaba México a nivel mundial. Yo le dije, y lo afirmo, que sí existe ese algo: el arte. Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Juan Rulfo, Frida Kahlo, Alejandro González Iñárritu, Rufino Tamayo, Gabriel Orozco, Octavio Paz, Luis Barragán, son todos artistas a la par de cualquiera en sus respectivas ramas del arte. Con el rock mexicano la cosa se dificulta, porque la infraestructura necesaria simplemente no existe. No hay disqueras, auditorios, representantes, industria, radiodifusoras, ¡público! para el rock de calidad. Y los músicos no pueden vivir de su arte. Muchas veces no tienen instrumentos, no pueden pagar las horas de estudio, no pueden estudiar música y mantenerse al mismo tiempo. Y sin embargo, la capacidad, la imaginación, el poder creativo está a la par de cualquier otro país. Obviamente ante un panorama tan pobre, los músicos de calidad son pocos. Sin embargo, existen.
Pero, ¿hay un estilo, una voz propia, un rasgo distintivo del rock mexicano? Cada que me lo pregunto, me viene a la mente Bonzo, de Jaime López. No sé por qué. O mejor dicho, tendría que analizar por qué. Si, como dije, la obra de López es impresionante, Bonzo es de las canciones más impactantes de todas. Es increíble la originalidad de su fondo y forma, la cima de imaginación que significa escoger el monje bonzo como símbolo para crear esta inmensa ironía hacia la vida formal de pareja. ¿Cómo se explica una ocurrencia así? Simple y sencillamente una genialidad. Pero, además, Bonzo ejemplifica lo mejor de la imaginación rockera mexicana, y a lo largo de esta lista hemos podido ver varios ejemplos de ello. Mi teoría es que el arte mexicano se caracteriza por el manejo de la elipsis, aspecto que he subrayado mucho en este blog, por ser de vital importancia para la calidad del arte. De hecho, en la época del Boom latinoamericano en literatura, el impacto de las obras del subcontinente se debía a que los escritores no le daban todo digerido al lector como solía ocurrir en Europa, sino que se creaba a través de la sutileza, la sugerencia, el manejo de la tensión, la idea de que lo más importante del significado de la obra está en lo que no se dice, etc. El impacto resultó inmenso, casi insólito. Y ese rasgo lo compartían prácticamente todas las ramas del arte. Quizá por primera vez, Latinoamérica estaba a la vanguardia del arte. Creo que mucho de eso permanece. Desde mi punto de vista, es el rasgo distintivo del arte latinoamericano. Y quizá por su herencia histórica, por la idiosincrasia nacida del sincretismo colonial, por clima, por diversidad territorial, etc., en México ese rasgo es aún más fuerte, cuando hablamos de arte auténtico (lo comercial se caracteriza por todo lo contrario). Así, obras como Pedro Páramo de Juan Rulfo o Farabeuf de Salvador Elizondo resultan muy complejas para una mentalidad acostumbrada a lo fácil, a lo digerible, al best-seller simplón y soso. Y creo que esa es la gran característica de Bonzo, una canción en que claramente es lo no dicho lo que más significa, y que obliga a un esfuerzo interpretativo, a una exigencia analítica. Al uso de la inteligencia. Pero como no todo el mundo la tiene, por eso irrita a muchos, y pasa desapercibida para la mayoría, que en lugar de buscar una mejoría intelectual, se limitan a hablar de elitismo. Nada más ramplón. Así, cuando el rockero se asume como artista, deja de limitar su quehacer a rocanrolitos monótonos de tres acordes (a los que se puede acudir como recurso si lo exige el tema, pero no como sistema), y busca una mayor experimentación sonora y letrística, como ya hemos señalado repetidamente.
En Bonzo, Jaime López se exige la elipsis máxima, pero con palabras tradicionales, salvo la gran estocada del bonzo. Ya en otras canciones ha tratado el tema del agotamiento de la relación amorosa, como en El seguramente y Las caricias de un extraño. Pero en Bonzo la incomunicación ha llegado al límite, al ridículo, y la indiferencia, la falta de pasión, o más bien, la falta de respuesta ante una mínima pasión silenciosa, permiten esta visión sarcástica, ácida. El ardor interno y callado ha vuelto un bonzo al protagonista, pero también a su mundo de electrodomésticos y bostezos, hasta que todo se incendia, en un ardor que parece satirizar Las metamorfosis de Ovidio, o mejor aún, la de Kafka, pero en un juego doméstico y risible, a nivel simbólico del matrimonio tradicional, insípido y agotado. Todo en tres estrofas juguetonas, pero muy amargas al final, seguramente por la inserción de la palabra “seria”: bonzo, que rompe con las enumeraciones aparentemente cándidas, y que remarca como una bomba la profundidad escondida de la letra. Pese a que lo hemos calificado como su sello, pocas veces en la historia del rock mexicano se ha alcanzado tal manejo de humor y trascendencia al mismo tiempo. La calidad estilística e inteligencia de Jaime López alcanzan aquí su punto más alto.
La música de Bonzo es curiosa, una especie de parodia sutilísima del estilo de guitarra sola arpegiada de la trova y el Canto nuevo, pero incorporando una segunda de adorno al principio, y fundamentada en acordes extraños, como el último, el que cierra la canción, de una disonancia notable (me refiero a la versión del disco 1ª calle de la Soledad, porque la otra, más antigua, de un disco de 45 rpm, es más rápida y con más instrumentos). La elección de este arreglo más simple es atinada, sobre todo si lo pensamos como parte de la totalidad del disco, donde Bonzo actúa como cierre, más calmo y hondo. Además, la voz de López aquí cumple perfectamente su función dual, humorística y profunda, acorde con el contraste que define las estrofas.
Por todo ello, Bonzo no es sólo una muestra del nivel artístico que alcanza el rock mexicano, sino una representación viva del estilo definitorio, idiosincrásico del arte nacional. Y no sólo expone la máxima calidad de Jaime López, sino que se trata de una verdadera obra maestra del ingenio, la originalidad y el dominio de los recursos lingüísticos y poéticos.
Alguna vez un amigo, decepcionado por los resultados deportivos del país, me preguntaba si en algo estaba México a nivel mundial. Yo le dije, y lo afirmo, que sí existe ese algo: el arte. Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Juan Rulfo, Frida Kahlo, Alejandro González Iñárritu, Rufino Tamayo, Gabriel Orozco, Octavio Paz, Luis Barragán, son todos artistas a la par de cualquiera en sus respectivas ramas del arte. Con el rock mexicano la cosa se dificulta, porque la infraestructura necesaria simplemente no existe. No hay disqueras, auditorios, representantes, industria, radiodifusoras, ¡público! para el rock de calidad. Y los músicos no pueden vivir de su arte. Muchas veces no tienen instrumentos, no pueden pagar las horas de estudio, no pueden estudiar música y mantenerse al mismo tiempo. Y sin embargo, la capacidad, la imaginación, el poder creativo está a la par de cualquier otro país. Obviamente ante un panorama tan pobre, los músicos de calidad son pocos. Sin embargo, existen.
Pero, ¿hay un estilo, una voz propia, un rasgo distintivo del rock mexicano? Cada que me lo pregunto, me viene a la mente Bonzo, de Jaime López. No sé por qué. O mejor dicho, tendría que analizar por qué. Si, como dije, la obra de López es impresionante, Bonzo es de las canciones más impactantes de todas. Es increíble la originalidad de su fondo y forma, la cima de imaginación que significa escoger el monje bonzo como símbolo para crear esta inmensa ironía hacia la vida formal de pareja. ¿Cómo se explica una ocurrencia así? Simple y sencillamente una genialidad. Pero, además, Bonzo ejemplifica lo mejor de la imaginación rockera mexicana, y a lo largo de esta lista hemos podido ver varios ejemplos de ello. Mi teoría es que el arte mexicano se caracteriza por el manejo de la elipsis, aspecto que he subrayado mucho en este blog, por ser de vital importancia para la calidad del arte. De hecho, en la época del Boom latinoamericano en literatura, el impacto de las obras del subcontinente se debía a que los escritores no le daban todo digerido al lector como solía ocurrir en Europa, sino que se creaba a través de la sutileza, la sugerencia, el manejo de la tensión, la idea de que lo más importante del significado de la obra está en lo que no se dice, etc. El impacto resultó inmenso, casi insólito. Y ese rasgo lo compartían prácticamente todas las ramas del arte. Quizá por primera vez, Latinoamérica estaba a la vanguardia del arte. Creo que mucho de eso permanece. Desde mi punto de vista, es el rasgo distintivo del arte latinoamericano. Y quizá por su herencia histórica, por la idiosincrasia nacida del sincretismo colonial, por clima, por diversidad territorial, etc., en México ese rasgo es aún más fuerte, cuando hablamos de arte auténtico (lo comercial se caracteriza por todo lo contrario). Así, obras como Pedro Páramo de Juan Rulfo o Farabeuf de Salvador Elizondo resultan muy complejas para una mentalidad acostumbrada a lo fácil, a lo digerible, al best-seller simplón y soso. Y creo que esa es la gran característica de Bonzo, una canción en que claramente es lo no dicho lo que más significa, y que obliga a un esfuerzo interpretativo, a una exigencia analítica. Al uso de la inteligencia. Pero como no todo el mundo la tiene, por eso irrita a muchos, y pasa desapercibida para la mayoría, que en lugar de buscar una mejoría intelectual, se limitan a hablar de elitismo. Nada más ramplón. Así, cuando el rockero se asume como artista, deja de limitar su quehacer a rocanrolitos monótonos de tres acordes (a los que se puede acudir como recurso si lo exige el tema, pero no como sistema), y busca una mayor experimentación sonora y letrística, como ya hemos señalado repetidamente.
En Bonzo, Jaime López se exige la elipsis máxima, pero con palabras tradicionales, salvo la gran estocada del bonzo. Ya en otras canciones ha tratado el tema del agotamiento de la relación amorosa, como en El seguramente y Las caricias de un extraño. Pero en Bonzo la incomunicación ha llegado al límite, al ridículo, y la indiferencia, la falta de pasión, o más bien, la falta de respuesta ante una mínima pasión silenciosa, permiten esta visión sarcástica, ácida. El ardor interno y callado ha vuelto un bonzo al protagonista, pero también a su mundo de electrodomésticos y bostezos, hasta que todo se incendia, en un ardor que parece satirizar Las metamorfosis de Ovidio, o mejor aún, la de Kafka, pero en un juego doméstico y risible, a nivel simbólico del matrimonio tradicional, insípido y agotado. Todo en tres estrofas juguetonas, pero muy amargas al final, seguramente por la inserción de la palabra “seria”: bonzo, que rompe con las enumeraciones aparentemente cándidas, y que remarca como una bomba la profundidad escondida de la letra. Pese a que lo hemos calificado como su sello, pocas veces en la historia del rock mexicano se ha alcanzado tal manejo de humor y trascendencia al mismo tiempo. La calidad estilística e inteligencia de Jaime López alcanzan aquí su punto más alto.
La música de Bonzo es curiosa, una especie de parodia sutilísima del estilo de guitarra sola arpegiada de la trova y el Canto nuevo, pero incorporando una segunda de adorno al principio, y fundamentada en acordes extraños, como el último, el que cierra la canción, de una disonancia notable (me refiero a la versión del disco 1ª calle de la Soledad, porque la otra, más antigua, de un disco de 45 rpm, es más rápida y con más instrumentos). La elección de este arreglo más simple es atinada, sobre todo si lo pensamos como parte de la totalidad del disco, donde Bonzo actúa como cierre, más calmo y hondo. Además, la voz de López aquí cumple perfectamente su función dual, humorística y profunda, acorde con el contraste que define las estrofas.
Por todo ello, Bonzo no es sólo una muestra del nivel artístico que alcanza el rock mexicano, sino una representación viva del estilo definitorio, idiosincrásico del arte nacional. Y no sólo expone la máxima calidad de Jaime López, sino que se trata de una verdadera obra maestra del ingenio, la originalidad y el dominio de los recursos lingüísticos y poéticos.
Sabes lo que pienso de López, no es necesario repetirlo, pero me pareció excelente la enumeración de aspectos que resaltas y que componen sus canciones, por otra parte Bonzo me impactó enormemente desde la primera vez que la escuché, igual que a tí, no podía creer que un roquero mexicano hubiera hecho esa maravilla de canción con ese tema, imégenes y forma de decirlo, sin duda una de las grandes canciones del rock nacional y de la música mexicana en general.
ResponderEliminarGrcias, amigo Ariel. Para mí, por más que pasan los años y la escucho una y otra vez, Bonzo me sigue impactando. Y de hecho, cuando tengo que mostrar canciones del rock mexicano a amigos extranjeros, suelo escoger Bonzo, por lo explicado en el post, y quedan desconcertados. Tanto, que siempre quedo con la duda de qué es exactamente lo que les significa, y realmente quisiera saber cómo interpretan un símbolo tan distintivo de una sensibilidad e idiosincrasia tan particulares como las mexicanas. ¿Nunca se te ha ocurrido hacer esa prueba?
ResponderEliminarEstimado Pingüino, Sobre esta rola en particular, me gusto desde la primera vez que la escuche en un casette que me corrió un cuate, en ese casette venia en un inicio “Blue Demon Blues” y en seguida “lo que te voy a contar” a grito pelado y hacia el final termina con unos teclados en una especie de tango y ligada inicia “bonzo” que viene acompañada con un saxofón que la neta se oye con Madres al final termina Bonzo y continua la rolita del teclado de “lo que te voy a contar” y asi termina 2 canciones en una, no se si esto es de alguno de los primeros discos del Jaime pero casi tengo todos pero este nunca lo encontré!!! Tu sabes de esto?
ResponderEliminarEn cuanto a la letra la neta no soy muy intelectual y siempre me quede con la duda de quien era “Bonzo” en una ocasión estuve charlando un rato con el Jaime y ya que no estaba me acorde, -estúpido de mi- que cuando hablara con el le preguntaría quien había sido Bonzo para haber creado una canción asi, ahora no se si tu me puedas ampliar algo sobre el “Monje Bonzo” el se inmolo, lo quemaron??.
Estimado Margarito, desconozco la grabación que señalas. En una de esas, es una edición no oficial (lo que llaman un bootleg), aunque me suena más como una mezcla que alguien hizo de rolas tomadas de aquí y allá. Conzoco la otra versión de Bonzo, señalada aquí mismo, y me parece que es la que añadieron en la grabación que señalas, pero no podría asegurarlo.
ResponderEliminarEn cuanto al bonzo, se les llamó así a los monjes budistas (creo que de hecho es por el vocablo en otro idioma), algunos de los cuales implementaron la inmolación como protesta. Es decir, no se trata de un personaje puntual, sino de un tipo de monje. Me imagino que en la web habrá mucha información al respecto. Pero obviamente López lo usa como metáfora, como detallo en el post.
Saludos.
Fe de Erratas:
ResponderEliminarNo es la canción de “Bonzo” la que se mezcla con “lo que te voy a contar”, es “caite cadáver” y la que a mi gusto es una versión mejor con saxofón es “ay Inés” aunque caite cadáver también es con sax, aquí te las dejo
Blue demon blues
Bonzo
ay Ines
lo que te voy a contar
caite cadaver
lo que te voy a contar reprise
espero te guste http://www.megaupload.com/?d=FBLKQVXT, y espero nadie se moleste por esto.
Uy, muchísimas gracias por el aporte, estimado Margarito. Conozco las rolas de López con el sax de Beto Delgado, y iempre he creído que son las mejores versiones nunca logradas de las mismas. Si mal no recuerdo, de la lista del material que compartes, grabadas con sax, sólo falta "Juana". Ya estaré checando el material, y algo podremos poner en el otro blog.
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias de nuevo por compartir con tanta gentileza.
Ya chequé el material, estimado Margarito, y está estupendo. En realidad lo que pasó es lo que yo creía, que es una colección de rolas tomadas de aquí y allá por alguien. La versión de "Lo que te voy a contar" cortada es la rúbrica el programa "En el rol de todos los días", como podrán checar en el otro blog. Simplemente la segunda parte es la misma, sin un pedazo. Y la versión a capella de la misma rola es una joya, porque cuando López la editó en el disco "Oficio sin beneficio" cambió (regrabó) una parte. Pero esta versión que pones es la original, lo que me parece estupendo, porque la parte que regrabó se nota demasiado que es un parche, no sé qué motivó la decisión del cambio, pero siempre me pareció errada (yo conocía la versión original). Por su parte, la versión de Bonzo no es la del disco de 45 rpm., sino sencillamente la del disco "1a. calle de la Soledad".
ResponderEliminarDe Ay Inés y Caite cadáver, ya está dicho todo, son auténticas joyas.
Muchas gracias de nuevo, estimado Margarito. Cuando ponga algo de tu material en el otro blog, te daré el crédito correspondiente. Un abrazo.
Hola Pingüino. ¿Qué me puedes decir de las obras de Franz Kafka?
ResponderEliminar¿Y que´ lees estos días?
Hola, amigo Daniel, y disculpa la tardanza en responder, pero sigo en tiempos complejos... Pero bueno, Kafka es, junto a Dostoievski, Joyce, Proust y algún otro, el gran creador de la novela moderna, ni más ni menos. Me fascina su obra, y casi de principio a fin. En mis talleres de cuento uso siempre el llamado "En la galería", que es una joya total. Y alucino con "La metamorfosis", "El proceso" y hasta la "Carta al padre", obras capitales, que provocaron un cambio en la historia de la literatura, al nivel del que hizo Cervantes con el Quijote en medio de las novelas de caballerías tradicionales, así que de ese tamaño es Kafka.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que leo, justo hoy terminé el libro que te señalé antes, de Mariana Enríquez, porque es muy grueso, me tomó un buen tiempo. Todavía no he decidido cuál voy a leer ahora.
Un abrazo.