Letra, música e intérprete: Eblén Macari.
Disco: Un producto de los sesentas.
Disco: Un producto de los sesentas.
Yo no nací en La Huasteca,
no en Tierra Caliente.
Para bien, para mal,
nací en esta ciudad.
Sureño de esta ciudad,
producto beatleano.
Ese fue mi folclor:
haber nacido sin sello.
A veces pienso que es gracia
ser mestizo sin rumbo.
Por lo tanto, es desgracia
haber nacido sin sello.
Ya me cansé de explicarlo,
de sentirme culpable.
No me critiques mi forma.
Quisiera hacerlo mejor,
prender tantas cosas,
cantar la razón.
Quisiera amarte mejor.
Yo no nací en La Huasteca,
no en Tierra Caliente.
Para bien, para mal,
nací en esta ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad.
no en Tierra Caliente.
Para bien, para mal,
nací en esta ciudad.
Sureño de esta ciudad,
producto beatleano.
Ese fue mi folclor:
haber nacido sin sello.
A veces pienso que es gracia
ser mestizo sin rumbo.
Por lo tanto, es desgracia
haber nacido sin sello.
Ya me cansé de explicarlo,
de sentirme culpable.
No me critiques mi forma.
Quisiera hacerlo mejor,
prender tantas cosas,
cantar la razón.
Quisiera amarte mejor.
Yo no nací en La Huasteca,
no en Tierra Caliente.
Para bien, para mal,
nací en esta ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad,
mi ciudad.
No es muy común ver a Eblén Macari escribiendo e interpretando canciones —entendidas como composiciones cantadas, es decir, con letra y música, como ya se explicó—. La gran mayoría de su obra es instrumental. Ya sea etnorrock, música de influencia oriental o futurista, Macari desarrolla siempre piezas abstractas, experimentales, tanto en la guitarra acústica con efectos como en sintetizadores, y acompañado de instrumentos exóticos de todo el mundo, como el ken, la tabla hindú, la gaita, el duduk armenio, el arpa, flautas chinas y rusas, todo tipo de percusiones, etc. Por ello, pese a que formó parte del grupo de los rupestres, Macari tomó un camino muy diferente.
Yo no nací en La Huasteca es uno de esos raros ejemplos del Macari compositor de canciones. Nos son pocas las rolas que, de una manera u otra, le cantan a la Ciudad de México. El ejemplo clásico es la famosa Mi ciudad de Guadalupe Trigo. También hay que citar Mi México de ayer y Sábado, Distrito Federal de Chava Flores. En literatura, hay que citar obviamente el poema Vrbe de Manuel Maples Arce, así como varios de José Carlos Becerra, además de las novelas La región más transparente de Carlos Fuentes, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, etc. En el rock mexicano, destacan rolas como Vieja ciudad de hierro de Rockdrigo, D.F. blues de Follaje, En esta ciudad de Jaime López, La gata hidráulica de Guillermo Briseño, etc. Yo no nací en La Huasteca es otra canción inspirada por el D.F., pero en este caso se trata más bien de un anti-himno, una canción que revive la fórmula de amor-odio, de espíritu más cercano al de Pongamos que hablo de Madrid de Joaquín Sabina (aunque en su primera versión, porque después alteró la estrofa más crítica, que decía: “cuando la muerte venga a visitarme/que me lleven al sur donde nací/aquí no queda sitio para nadie/pongamos que hablo de Madrid”, para volverla: “cuando la muerte venga a visitarme/no me despiertes, déjame dormir/aquí he vivido, aquí quiero quedarme/pongamos que hablo de Madrid”). En realidad, la rola de Eblén parece contener en sí misma ambas posturas: rechazo a la condición de chilango primero, ratificación de la pertenencia a la ciudad, “mi ciudad”, después. Así, la verdadera esencia de Yo no nací en La Huasteca es justo esa contradicción, esa ambivalencia que provoca la monstruosa, incontenible ciudad, la más extensa del mundo, la ciudad límite, la ciudad surrealista, como decretó el mismo André Breton. A nadie que haya nacido en el D.F. le resulta extraña esta adicción confusa, esta atracción-rechazo, este amor-odio que despierta. Como Woody Allen con Nueva York o James Joyce con Dublín, el chilango denuesta y a la vez exalta al Distrito Federal, en un vaivén emocional que sólo encuentra lógico el natural de la urbe, del D.F.ctuoso, del Detritus Hiederal y todos los sobrenombres injuriosos, pero de adoración mal maquillada con que se le califica, pues, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad respecto a la fácil blasfemia de los españoles, sólo vilipendia con tal obsesión quien al mismo tiempo guarda una inmensa fe, una gran pasión por aquello que insulta. En el caso de la Ciudad de México, también hay mucho de mecanismo de defensa en ese rechazo, porque es una ciudad que duele, que lastima por su caos, por sus excesos, por la impunidad de sus abusivos, de quienes la traicionan una y otra y otra vez.
Eblén Macari escribe una canción más de la nostalgia de lo que no fue, de una identidad provinciana, tranquila, que contenga una raíz definitoria, llena de tradiciones limpias, idílica, que en mala hora no le correspondió. Para ser sinceros, una provincia irreal. Pero esa idealización es sólo una forma más de ese mecanismo de defensa, que pronto se cae, para terminar aceptándolo: esta es mi ciudad.
El arreglo de Yo no nací en La Huasteca pertenece al período o al interés astronómico de Eblén Macari, centrado en los sintetizadores futuristas, que culminará en su disco Música para planetarios. La introducción es muy potente, alucinante, en esa atmósfera estelar, que recuerda algunos momentos de Emerson, Lake & Palmer y sobre todo a Camel y al Pink Floyd de la época de Syd Barret, de rolas como Interstellar overdrive y Astronomy domine. Pronto esa ola de sintetizador se suaviza, y emerge la guitarra acústica arpegiada, que, junto a la voz aterciopelada de Eblén, le dan a la rola una tibieza, una delicadeza coherente con la humildad (en el buen sentido de la palabra, aunque en realidad no sé si hay uno malo) de la letra. Después de las últimas frases en una perfecta armonía de dos voces, el final se llenará nuevamente de ese sintetizador estelar, celestial, que recuerda Lucky man de Emerson, Lake & Palmer, para culminar en una caída tonal al máximo.
Por todo lo anterior, Yo no nací en La Huasteca es una de las mejores canciones mexicanas híbridas entre psicodelia, rock progresivo y hasta folk. Mucho de eso se ve no sólo en el título del disco al que pertenece, y que permea todos los temas, sino en la misma referencia de la letra: “producto beatleano, ese fue mi folclor”. También en ello hay un conflicto de defensa-rechazo. Y no es que Eblén Macari desconozca que todo México es producto de sincretismos y mezclas de diferentes culturas, y en amplios ámbitos: Yo no nací en La Huasteca refleja sólo un momento de ese conflicto, casi como si fuera para respirar un poco, relajarse un rato, antes de asumirlo por enésima vez.
Yo no nací en La Huasteca es uno de esos raros ejemplos del Macari compositor de canciones. Nos son pocas las rolas que, de una manera u otra, le cantan a la Ciudad de México. El ejemplo clásico es la famosa Mi ciudad de Guadalupe Trigo. También hay que citar Mi México de ayer y Sábado, Distrito Federal de Chava Flores. En literatura, hay que citar obviamente el poema Vrbe de Manuel Maples Arce, así como varios de José Carlos Becerra, además de las novelas La región más transparente de Carlos Fuentes, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, etc. En el rock mexicano, destacan rolas como Vieja ciudad de hierro de Rockdrigo, D.F. blues de Follaje, En esta ciudad de Jaime López, La gata hidráulica de Guillermo Briseño, etc. Yo no nací en La Huasteca es otra canción inspirada por el D.F., pero en este caso se trata más bien de un anti-himno, una canción que revive la fórmula de amor-odio, de espíritu más cercano al de Pongamos que hablo de Madrid de Joaquín Sabina (aunque en su primera versión, porque después alteró la estrofa más crítica, que decía: “cuando la muerte venga a visitarme/que me lleven al sur donde nací/aquí no queda sitio para nadie/pongamos que hablo de Madrid”, para volverla: “cuando la muerte venga a visitarme/no me despiertes, déjame dormir/aquí he vivido, aquí quiero quedarme/pongamos que hablo de Madrid”). En realidad, la rola de Eblén parece contener en sí misma ambas posturas: rechazo a la condición de chilango primero, ratificación de la pertenencia a la ciudad, “mi ciudad”, después. Así, la verdadera esencia de Yo no nací en La Huasteca es justo esa contradicción, esa ambivalencia que provoca la monstruosa, incontenible ciudad, la más extensa del mundo, la ciudad límite, la ciudad surrealista, como decretó el mismo André Breton. A nadie que haya nacido en el D.F. le resulta extraña esta adicción confusa, esta atracción-rechazo, este amor-odio que despierta. Como Woody Allen con Nueva York o James Joyce con Dublín, el chilango denuesta y a la vez exalta al Distrito Federal, en un vaivén emocional que sólo encuentra lógico el natural de la urbe, del D.F.ctuoso, del Detritus Hiederal y todos los sobrenombres injuriosos, pero de adoración mal maquillada con que se le califica, pues, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad respecto a la fácil blasfemia de los españoles, sólo vilipendia con tal obsesión quien al mismo tiempo guarda una inmensa fe, una gran pasión por aquello que insulta. En el caso de la Ciudad de México, también hay mucho de mecanismo de defensa en ese rechazo, porque es una ciudad que duele, que lastima por su caos, por sus excesos, por la impunidad de sus abusivos, de quienes la traicionan una y otra y otra vez.
Eblén Macari escribe una canción más de la nostalgia de lo que no fue, de una identidad provinciana, tranquila, que contenga una raíz definitoria, llena de tradiciones limpias, idílica, que en mala hora no le correspondió. Para ser sinceros, una provincia irreal. Pero esa idealización es sólo una forma más de ese mecanismo de defensa, que pronto se cae, para terminar aceptándolo: esta es mi ciudad.
El arreglo de Yo no nací en La Huasteca pertenece al período o al interés astronómico de Eblén Macari, centrado en los sintetizadores futuristas, que culminará en su disco Música para planetarios. La introducción es muy potente, alucinante, en esa atmósfera estelar, que recuerda algunos momentos de Emerson, Lake & Palmer y sobre todo a Camel y al Pink Floyd de la época de Syd Barret, de rolas como Interstellar overdrive y Astronomy domine. Pronto esa ola de sintetizador se suaviza, y emerge la guitarra acústica arpegiada, que, junto a la voz aterciopelada de Eblén, le dan a la rola una tibieza, una delicadeza coherente con la humildad (en el buen sentido de la palabra, aunque en realidad no sé si hay uno malo) de la letra. Después de las últimas frases en una perfecta armonía de dos voces, el final se llenará nuevamente de ese sintetizador estelar, celestial, que recuerda Lucky man de Emerson, Lake & Palmer, para culminar en una caída tonal al máximo.
Por todo lo anterior, Yo no nací en La Huasteca es una de las mejores canciones mexicanas híbridas entre psicodelia, rock progresivo y hasta folk. Mucho de eso se ve no sólo en el título del disco al que pertenece, y que permea todos los temas, sino en la misma referencia de la letra: “producto beatleano, ese fue mi folclor”. También en ello hay un conflicto de defensa-rechazo. Y no es que Eblén Macari desconozca que todo México es producto de sincretismos y mezclas de diferentes culturas, y en amplios ámbitos: Yo no nací en La Huasteca refleja sólo un momento de ese conflicto, casi como si fuera para respirar un poco, relajarse un rato, antes de asumirlo por enésima vez.
tengo la fortuna de tener este disco de eblén y aunque si es una hermosa cancion yo prefiero aquella que se llama contra la seducción
ResponderEliminarEsta delicia de canción no recuerdo haberla escuchado y si es un extraño del buen Eblen, recuerdo cuando realizo la presentación de su disco “Música para planetarios” en el Planetario del Poli, fue todo un agasajo, yo nunca había visitado el Planetario y estar sentado viendo el espacio exterior y escuchando al buen Eblen fue todo un viaje y como decía un cuate “estoy en un pason con unos tacos de carnitas” en esa ocasión compre ese disco y algunos otros pero sigo sin recordar esta rola, gracias por el aporte Estimado Pingüino.
ResponderEliminarHablando de estas canciones raras de la ciudad hay una que encontré del buen Juan Hernandez sin su banda de blues, que me parece muy efectiva, no quiero decir que debería estar dentro de las 100, ni que sea un rolon pero se me hace buena (tampoco se si el la compuso o de quien es).
Mi México de ayer
Una indita muy chula tenía su anafre en la banqueta
Su comal negro y limpio freía tamales en la manteca
Y gordita de masa, piloncillo y canela
Al salir de mi casa compraba un quinto para la escuela
En la tarde en las calles sacaban mesas limpias, viejitas
Nos vendían sus natillas y arroz con leche en sus cazuelitas
Rica capirotada, tejocotes en miel
Y en la noche un atole
Tan champurrado como ya no hay de el
Esas cosas hermosas porque yo así las vi
Ya no están en mi tierra, ya no están mas aquí
Hoy mi México es bello, como nunca lo fue
Pero cuando era niño, tenia mi México un no se que
Empedradas sus calles eran tranquila bellas y quietas
Los pregones rasgaban el aire limpio, vendían cubetas
Tierra pa´las macetas, la melcocha la miel
Chichicuilotes vivos, mezcal en penca y el aguamiel
Al pasar los soldados salía la gente a mirar inquieta
Hasta el tren de mulitas se detenía oyendo la trompeta
Las calandrias paraba
solo el viejito fiel
Que vendía azucarillo, improvisaba en su verso aquel
Azucarillos de a medio y de a real, para los niños que quieran mercar
Esas cosas hermosas…
Algo raro del Juan.
Yo también disfruté mucho cuando conocí el planetario Luis Enrique Erro, estimado Margarito. Fui, supongo que como la mayoría, en visita escolar en la primaria. Pero fue tan grato el recuerdo, que muchos años después lo visté de nuevo, ya adulto, y seguro volveré a ir cuando pueda...
ResponderEliminarLa canción "Mi México de ayer" que transcribes es del mismísimo Chava Flores, estimado Margarito (fíjate en el texto de este post, porque de hecho ahí lo señalé), así que Juan Hernández hizo una interpretación (tengo la impresión que cambió algunas frases, pero no estoy seguro). Por cierto que pronto aparecerá algo sobre Chava Flores en el otro blog.
Muchos saludos.
La canción de Rockdrigo para el defe es Rock En Vivo y metro balderas, si acaso, por que yo creo que mucho lo hizo pensando en esta ciudad. Vieja Ciudad de Hierro es para su Tamaulipas querido y hace referencia a los enrejados de la parte vieja de la ciudad así como a los buques de acero que llegan a puerto. Mucho me gustaría que fuera para mi ciudad, pero no, es para la suya.
ResponderEliminarPara mí esa relación amor-odio está en Puta Ciudad de Los Negretes.
Mil gracias por el comentario, estimado KAROLUS. No obstante, no comparto que "Vieja ciudad de hierro" sea para alguna de Tamaulipas, aunque obviamente no está Rodrigo para corroborarlo. Para mí sin duda es sobre el D.F. y lo que me hace creerlo es, primero, la alusión a los "ejes viales" con que el sinvergüenza Hank González jodió a la ciudad; luego, lo de los "Edificios coloniales", que son el rasgo distintivo que llevó a Humboldt a llamarla "Ciudad de los palacios"; y finalmente la referencia más clara: el uso de la palabra "capital". Veo muy difícil interpretar que todos esos rasgos puedan referirse a otra ciudad que no sea el D.F.
ResponderEliminarComo sea, muchas gracias por el interés y el deseo de aportar. Saludos.